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Al filo del dinero
Sergey Baksheev
La vida cuotidiana de Yury Grisov se rompe repentinamente. El se entera de una enfermedad incurable, de una agresiГіn casi mortal a su hija y pierde el trabajo, casi simultГЎneamente. Г‰l inventa unos billetes falsos para los cajeros automГЎticos, organiza la operaciГіn riesgosa con ellos y se enfrenta a delincuentes peligrosos. Pero, donde hay dinero grande, siempre hay problemas grandes. El Doctor podrГЎ manejarlos?
Al filo del dinero
Sergey Baksheev
© Sergey Baksheev, 2020
ISBNВ 978-5-4498-5708-8
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Sergey Baksheev
AL FILO DEL DINERO
Traductor: Oscar Zambrano Olivo
PresentaciГіn
La vida cuotidiana de Yury Grisov se rompe repentinamente. El se entera de una enfermedad incurable, de una agresiГіn casi mortal aВ su hija y pierde el trabajo, casi simultГЎneamente. Para salvar aВ su hija se necesita una operaciГіn costosГsima. Grisov quien es un especialista informГЎtico, ademГЎs talentoso, se convierte en el misterioso Doctor. Su meta: producir una gran cantidad de dinero para su familia y castigar aВ sus enemigos. Г‰l inventa unos billetes falsos para los cajeros automГЎticos, organiza la operaciГіn riesgosa con ellos y se enfrenta aВ delincuentes peligrosos. AdemГЎs, la investigaciГіn policial, de la cual estГЎ encargado su hermanastro, el capitГЎn Gromov, prГЎcticamente la dirige Г©l tambiГ©n.
Pero, donde hay dinero grande, siempre hay problemas grandes. El Doctor podrГЎ manejarlos?
PrГіlogo
Yo tengo una sola meta: conseguir dinero. Pero todo el mundo anda en eso, se dirГЎn ustedes, riГ©ndose de mГ. Eso es verdad, pero yo tengo una circunstancia particular. Necesito mucho dinero, y no tengo tiempo para ganarlo honradamente. Ya calculГ© la suma necesaria. Son mГЎs de cien millones de rublos. Pero el trabajo mejor remunerado, correspondiente aВ mis calificaciones, me va aВ acercar aВ esa suma aВ paso de tortuga. Y no puedo esperar. La razГіn es sencilla: en cualquier momento puedo decaer y morirme.
Pues sГ, coГ±o, yo estoy marcado para morir antes que usted. Y esta horrible realidad no puede corregirse. Ni usted, ni yo, ni ninguna otra persona en el planeta estГЎ en capacidad de ayudarme.
Pero estГЎ bien. En cuanto me resignГ© aВ lo inevitable, me di cuenta de lo fuerte que soy ahora. Si, ustedes escucharon bien. No tengo nada que perder, no temo aВ nada, lo peor que podГa suceder en mi vida, ya sucediГі. Por eso puedo arriesgar, arriesgar bastante. Puedo poner mi vida en el tapete de apuestas, para recoger el gran premio.
Pero no piensen que yo soy un asesino oВ un delincuente desalmado. No, yo trabajo sin armas. Yo tengo un plan limpio para obtener dinero. La gente que no sabe, lo consideran fantГЎstico oВ loco, pero el plan funciona.
ВїLa demostraciГіn? El maletГn pesado que tengo en mis manos. EstГЎ lleno de billetes de banco, los cuales, yo… ВїComo decirlo con mГЎs exactitud? ВїLos robГ©? No exactamente. ВїLos conseguГ? Eso estГЎ mГЎs cerca de la verdad, pero de todos modos no refleja la esencia de mi actividad. ВїLos merecГ? ВЎPor supuesto! Yo tengo cuarenta aГ±os y, al menos, veinticinco de ellos estudiГ©, trabajГ©, desarrollГ© mi cerebro, para quГ© en el momento crГtico, Г©l me mostrara el camino correcto. El maletГn con el dinero es la recompensa por esos largos aГ±os de dГas grises.
Grises… Esa palabra sin rostro me ha perseguido toda la vida. Resulta que mi nombre es Yury Grisov y, por supuesto, mis compañeros de colegio me llamaban Gris. Gris… ni chicha, ni limonada, ni blanco, ni negro, en otras palabras, mediocre.
Bueno, ya demostrГ©, ante todo aВ mi mismo, que ellos se equivocaban. Ahora tengo en mis manos una gran suma de dinero. Ahora no soy gris, ahora soy В«El DoctorВ». Bajo este apodo soy conocido por mis cГіmplices y clientes. La policГa ya lo escuchГі, pero hasta ahora no saben quiГ©n se esconde tras Г©l. Ya casi lleguГ© aВ mi cometido. Cierto, la palabrita В«casiВ», es como un nudo corredizo en mi garganta.
Resulta que, la suma que tengo en mis manos es grande, pero no es suficiente. TodavГa no he llevado mi plan hasta el final y necesito arriesgarme mГЎs. Nuestro jueguito del gato y el ratГіn va aВ continuar. Yo estoy seguro que seguirГ© engaГ±ando aВ la policГa, pero en este momento no se donde estГЎ el segundo forro de mi chaqueta В«El FaritoВ», por el cual me estГЎn rastreando.
En cualquier momento esto puede ser una catГЎstrofe.
ВїQuieren conocer los detalles? Espero que ustedes no sean de la policГa. AВ propГіsito, cuando allГЎ lean estas notas, lo mГЎs seguro es que yo ya no estГ© aquГ. ВїQuГ©? ВїUstedes creen que su vida va por una alfombra desenrollada y siempre serГЎ asГ? Ustedes creen saber que sucederГЎ maГ±ana, la semana que viene y creen que pueden planificar sus vacaciones para dentro de seis meses. Ingenuos. AsГ vivГa yo, hasta que un dГa la fatalidad me mete una zancadilla y… Bang! ВЎAl suelo!
Doloroso. Tan doloroso que ya uno no quiere vivir. Pero yo no puedo abandonar los mГos aВ su suerte. DespuГ©s del golpe del destino yo estaba en otra realidad y tuve que cambiar completamente para ponerme de pie de nuevo.
1
Cuando lleguГ© al hospital una barrera me obstaculizaba el camino. DejГ© el auto en cualquier sitio y corrГ directo aВ la recepciГіn, sin importarme los charcos. AВ mi espalda quedaba esa calle de mayo, la cual, aunque no habГa entrado la primavera, ya olГa aВ lilas. Tras el umbral me esperaba ese mundo cuidadoso de la asepsia, con sus luces blancas y su insistente olor aВ desinfectante y detergente que lo que hace es fortalecer la ansiedad. QuizГЎs por eso, aВ mi siempre se me echa aВ perder el estado de ГЎnimo cuando visito un hospital, sin hablar ya de esta circunstancia particular. RompГ dos juegos de cubre-zapatos de plГЎstico, que no querГan abrirse, antes de ponerme un par en mis zapatos mojados.
Un ser humano en bata blanca (no pude determinar ni sexo, ni edad) me condujo hasta la puerta de una oficina en el segundo piso. AllГ me recibiГі la mirada cansada de un georgiano calvo de edad madura. Era un mГ©dico quien estaba sentado en su escritorio y estaba vestido de uniforme quirГєrgico con mangas cortas y un corte triangular en el pecho que dejaba ver una franela blanca y sobre cuyo cuello se veГa una buena cantidad de pelos negros. Esos bucles ridГculos, parecidos aВ alambres, se veГan completamente inapropiados en una instituciГіn de salud.
Mientras yo recuperaba mi aliento, el mГ©dico me estudiaba aВ travГ©s de sus lentes de montura de metal. Al fin, el denso cepillo de su bigote, que llegaba hasta la comisura de sus labios, se moviГі y el dueГ±o de la oficina se presentГі:
– David Guelashvili, cirujano. – Con un gesto de la mano propuso sentarme y, entonces, me preguntó: – Usted es el padre?
– Grisov, Yury Andreevich, – me apuré a responder e, incluso, quise sacar la cédula, pero me contuve. La incertidumbre me atormentaba. – Que le pasa a Yulia?
– Nosotros la salvamos, pero su condiciГіn permanece difГcil. – El
cirujano callГі y cruzГі, frente aВ Г©l, sus fuertes manos peludas, donde se le veГa el dibujo de sus venas.
– Pero no se calle! – SaltГ© de la silla. – Que significa В«difГcilВ»?
El mГ©dico se tomГі su tiempo. EscogiГі unas hojas de papel, las puso sobre la mesa, se quitГі los lentes y masajeГі sus ojos cansados.
– ¿Qué edad tiene su hija? – Preguntó, sin levantar la vista.
– Dieciocho.
– Un amor no correspondido?
– Que quiere decir con eso?
ExhalГі fuertemente y se acomodГі los anteojos sobre la nariz. Como dudando un poco, Г©l explicГі:
– Su hija bebió ácido acético. Como resultado, afectó el tracto gastro-intestinal y tuvo una deficiencia renal aguda…. Es una forma de suicidio extremadamente dañino.
La horrible palabra cortГі como un cuchillo en carne viva. Yo sacudГ la cabeza:
– No. Yulia no pudo hacer eso. Eso es imposible. Mi hija disfrutaba de la vida, estaba haciendo planes, en estos dГas iba aВ tener un gran Г©xito. ВЎPara ella…, apenas todo comenzaba! ВїDe dГіnde sacГі usted esa conclusiГіn? —
Guelashvili tomГі una toalla de papel de una caja, se secГі la frente y murmurГі:
– Gajes del oficio.
– Eso aВ usted no le imp… – Me contuve. No recordaba si yo le habГa mencionado la profesiГіn de mi hija.
– Si importa, por desgracia más frecuentemente de lo que uno quisiera. Yo, como cirujano, observo constantemente como se rompe una vida tranquila. La persona no ve, no oye que hay un abismo ahà cerca: un paso lateral y ya está volando. O se salva, o se destroza en el fondo… – Guelashvili miró la toalla de papel arrugada en su mano, como si ella simbolizara en lo que se transforma una vida serena después de una acción imprudente.
– No. El suicidio estГЎ excluido, – mi voz sonГі indignada. – Ni siquiera podrГamos pensar eso de nuestra hija. Ella, ella… Usted no la conoce.
– Entonces, alguien puso ácido en su bebida.
– Quien? ¿Por qué?
– Yo soy mГ©dico, no un policГa. AВ la paciente la trajeron del club nocturno В«HongkongВ» en una ambulancia. Afortunadamente aВ tiempo. Nosotros pudimos hacer bastante pero el daГ±o interno es bastante serio. —
– Donde está Yulia? Quiero verla. – Salté de mi asiento.
– Ahorita no se puede, – con un gesto me detuvo el cirujano. – La muchacha está en terapia intensiva. Y sin conocimiento.
Lentamente me sentГ© de nuevo.
«Terapia intensiva. Sin conocimiento». No es posible que se esté hablando de mi hija con estas palabras tan feas. ¿Cuál suicidio?, vayan ṕal carajo! Apenas ayer…
В«AyerВ», como si fuera hoy, nuestra familia era feliz. Se habГa cumplido un sueГ±o de muchos aГ±os. Nos habГamos mudado de un estrecho apartamento en un quinto piso aВ un nuevo y cГіmodo townhouse. Una casita como en las revistas. La fachada de ladrillos rojos, como si la hubieran traГdo asГ desde la vieja Inglaterra. En el frente una grama bien cortada y estacionamiento para dos carros. Dos pisos decorados y un ГЎtico suplementario. Y esta maravilla aВ solo quince minutos de MoscГє por la carretera de Novorizhsk. ВЎVive y se feliz!
Anoche, apenas hace unas horas, Katya, mi esposa embarazada, quien caminaba entre los corotos sin arreglar, en la nueva casa, con una sonrisa radiante hacГa planes:
– Aquà estará el cuarto del bebé, al lado del nuestro. La habitación de Yulia estará lejos para que no moleste al niño. Ay, falta comprar muchas cosas y el ático no está listo. Menos mal que ya pusieron la cocina y con el diván en la sala podemos invitar amigos. Katya puso sus manos en el vientre redondo y me miró: – Yury, tendremos el dinero para enfrentar esto?
– Claro, ya calculé todo, – me apuré a tranquilizarla y la abracé, con cuidado, por la espalda.
Puse mis manos sobre las suyas, mi mejilla se cubriГі con sus abundantes rizos castaГ±os, mirГ© el corte triangular de la bata aВ la altura de su pecho y me sentГ tan bien. El embarazo tardГo y no planeado generГі ternura en nuestra relaciГіn y le dio un nuevo sentido aВ nuestra vida cotidiana. ApareciГі el deseo de cambiar todo. Literalmente, rejuvenecimos.
El futuro bebГ© creГі una motivaciГіn tan fuerte que, en seis meses, resolvГ el problema de la nueva casa y, ademГЎs, insistГ en un automГіvil mГЎs seguro para Katya. Tuve que sacar otro crГ©dito para comprar un В«VolvoВ» nuevo.
Entonces sentГ el conocido y embriagador olor de mi mujer, toquГ© con los labios su cuello y le susurrГ©:
– Eres tan…
– No, no. Eso no, – y se separó de mi abrazo. – Sabes que eso de los gastos me preocupa.
– No hay razones para preocuparse. La hipoteca es a veinte años, con una tasa de interés moderada. Ahorita pago un tercio de mi salario a esa hipoteca y con el tiempo, mi sueldo subirá. Estamos bien.
– Veinte aГ±os, – suspirГі Katya. – Tendremos sesenta aГ±os cuando liberemos la hipoteca. Y todavГa queda el crГ©dito del carro.
– No pienses en las dificultades, piensa en el bebé.
– Durante mucho tiempo no podré trabajar, y el pequeño necesitará muchas cosas.
– Tendremos todo, yo proveeré. Ahora… – Con disimulado orgullo, movà el brazo, como mostrando la nueva casa. – Hoy tenemos fiesta. ¿Celebramos? —
– Disculpa, pero yo no preparé nada.
– No importa. Con vino y queso bastará.
– Yo no puedo beber vino. – Con disimulado orgullo, y suavemente, Katya pasó la mano por su vientre.
Cada vez que yo veГa ese gesto, sentГa algo en el corazГіn. Ella caminГі hacia la sala. Verla por detrГЎs todavГa era agradable, su cintura no habГa cambiado. Se sentГі en el divГЎn.
– Estoy cansada. Celebraremos pasado mañana, cuando vengan tu hermano y Natasha. Ella va a ayudarme con eso. La fiesta la tiene hoy Yulia.
– A propósito, ¿dónde está ella? Salió muy elegantemente vestida. Ya es tarde. – Me preocupé por mi hija de dieciocho años.
– ¿QuГ© te pasa, se te olvido? Yulia va aВ salir en la portada de В«Elite Style» – Katya se sonriГі. Evidentemente se enorgullecГa de su hija, tan parecida aВ ella cuando era joven.
– Uno se puede golpear en este desorden. – Aparté una caja con el pie, abriendo camino hacia el diván.
Sinceramente hablando, yo no aprobaba esa aspiraciГіn terca de mi hija de convertirse en modelo. Yulia es bonita, es fotogГ©nica, eso no se lo vas aВ quitar, pero de muchachas asГ, hay un montГіn y el Г©xito llega aВ unas pocas. ВїAdemГЎs, que es eso de comerciar con la belleza propia? La belleza es efГmera. Hoy estГЎ ahГ y maГ±ana se marchita. OВ el standard de belleza cambia. Eso no tiene futuro.
FГjense, yo terminГ© la facultad de MatemГЎtica Computacional de la UEM[1 - – UEM: Universidad Estatal de MoscГє.]. Yo querГa ser un cientГfico, pero la vida me empujГі aВ una profesiГіn mГЎs demandada. Trabajo en programaciГіn para la actividad bancaria. Y me vale verga como me veo, lo importante es que la cabeza trabaje. Katya tambiГ©n estudiГі en la misma facultad. DespuГ©s de que terminГі la universidad no le interesГі la programaciГіn seria, pero se convirtiГі en una profesional calificada en contabilidad. Yulia tambiГ©n es buena en MatemГЎticas, pero malgastГі el tiempo y el dinero en la actuaciГіn, el baile y la cosmetologГa, la creaciГіn de su imagen, pues. La persistencia le trajo resultados, ya la notaron. ВїPero que serГЎ de ella dentro de cinco, siete aГ±os? La nueva generaciГіn de bellezas, inevitablemente, desplazarГЎ las modelos marchitadas.
No aguantГ© y expresГ© mi descontento:
– Que?, ¿Van a fotografiarla en la madrugada?
– La sesiГіn de fotografГa para la revista es pasado maГ±ana. Hoy, Yulia fue con las amigas al club. TГє no hagas pucheros. Es un asunto de jГіvenes y hay razones para alegrarse. TendrГЎ tiempo para dormir bien y conservar el cutis fresco. —
– Clubes nocturnos, estilistas, fotógrafos… Mejor hubiera sido que entrara a la universidad como nosotros. —
– No gruñas. – Katya me haló por la mano y yo me senté a su lado. Se recostó de mi hombro y suspiró. – Quien sabe que es lo mejor y que es lo peor? En la vida hay tantas posibilidades diferentes. Nosotros vamos por una escalera hacia arriba… —
– Y ella quiere saltarse todos los escalones. – Con duda movà la cabeza.
– ¿Y, si de repente ella tiene éxito?
Oh, esta fe femenina en los milagros. En el fondo de su alma todas ellas son Cenicienta. Yo callГ©, para no discutir.
Katya me mirГі aВ los ojos y me sonriГі, como avergonzada:
– Me voy a dormir, no aguanto los pies.
– Si, ve, por supuesto. Yo voy a…
Yo movГ la mano como mostrГЎndole que continuarГa arreglando los corotos. Ella no aguantГі para darme mГЎs instrucciones:
– Las cajas con la ropa las subes al segundo piso. Las de la vajilla la pones en la cocina. Pero no te pongas a arreglar nada, me lo vas a enredar. Mañana, yo misma lo hago.
Quien iba aВ discutir, asГ serГa mГЎs fГЎcil. Katya saliГі. MovГ las cajas, sin cansarme de alegrarme por lo grande de la nueva casa. Hasta habrГa una habitaciГіn aparte para un tercer hijo. LГЎstima que nos tardamos con el segundo. Antes de acostarme bebГ vino y me dormГ con una sensaciГіn cГЎlida en el pecho: Que bueno era todo.
Pero en la madrugada me despertГі la desagradable vibraciГіn del celular. Le habГa quitado el sonido. En la pantalla apareciГі un nГєmero desconocido. El corazГіn se me apretГі del mal presentimiento. Para responder la llamada salГ del dormitorio. Llamaban de un hospital e informaban que habГan recibido una muchacha de nombre Yulia Grisov y solicitaban, urgentemente, un familiar cercano.
Se me doblaron las piernas. Por varios minutos estuve aturdido. Un vacГo denso, como barro, me bloqueaba las ideas. Convencido de que la conversaciГіn no habГa sido un sueГ±o y, en mi mano, el pedazo de papel de envoltura, donde yo habГa escrito la direcciГіn del hospital, me vestГ y salГ, tratando de no despertar aВ mi esposa.
Y he aquГ que estoy sentado en la oficina del cirujano, el cual me acababa de explicar las horribles consecuencias de lo sucedido. Mi fuero interno no quiere creer que nos haya caГdo tamaГ±a desgracia. ВїPor quГ© nosotros? Todo lo malo le sucede aВ los demГЎs, en alguna parte lejos, en la televisiГіn, en las noticias, en Internet. Mi familia estГЎ protegida contra la infelicidad. ВїPor quГ© aВ nosotros?
– Yo debo verla, ¡DEBO! – le informo al médico, mirándolo a los ojos con esperanza. – De repente no es Yulia. De repente ustedes están equivocados.
– Ok. Vamos, – aunque duda, el cirujano asiente.
En la sección de terapia intensiva, en una cama especial con barandas, yace una joven muchacha, con goteo intravenoso y tubos en la boca. Yo me acerco completamente, la considero largamente pero mi corazón ya se estremece. No hay ninguna duda, es Yulia, mi única hija. Externamente ella no ha cambiado, es tan linda como siempre, solo que tiene una palidez mortal. Pero internamente, por las palabras del médico…
Imaginarme las horribles consecuencias de haber tragado ГЎcido me estremece. Aparto la vista de ella, retrocedo un paso y, con voz enronquecida, le pregunto aВ Guelashvili:
– ¿Qué puedo hacer por ella?
– Done sangre. Siempre se necesita.
2
Mi viejo В«PeugeotВ», abandonado en el medio de los charcos, se encaprichГі y no arrancГі enseguida. Cuando el motor reaccionГі, encendГ la calefacciГіn y, cansado, cerrГ© los ojos. No me sentГa bien. Me desconectГ© durante la donaciГіn de sangre y, hasta ahora, la cabeza me daba vueltas de una manera desagradable.
El tormento del dolor anГmico se complementГі con una nueva preocupaciГіn: ВїComo recibirГa Katya la noticia sobre su hija? Los mГ©dicos le habГan advertido que un embarazo tardГo era particularmente peligroso y debГa evitar emociones. Y como no emocionarse en esta situaciГіn. ВїCon que la tranquilizo? Poco aВ poco lleguГ© aВ la conclusiГіn que mejor me callaba por ahora y esperar que Yulia volviera enВ sГ.
Aunque lo dudГ© un poco, decidГ no volver aВ casa e irme directo al trabajo. Eran casi las siete de la maГ±ana, pero no llamГ© aВ Katya para no preocuparla.
En el В«JupiterbankВ» yo ocupo la posiciГіn de director de la secciГіn de seguridad informГЎtica. Mi tarea consiste en mantener la funcionalidad de los cajeros automГЎticos, de los terminales de pago, de los receptores de las tarjetas plГЎsticas y de los trasmisores de transferencias electrГіnicas. Los empleados clave de la secciГіn son dos, yo y el ambicioso ingeniero principal Oleg Golikov. Nosotros ocupamos la misma oficina donde hay una media docena de computadores, que nunca se apagan y con sus respectivos grandes monitores.
Oleg es un cГnico mercantilista pero muy buen especialista. Y aunque hay una diferencia de edad (doce aГ±os) nos tratamos amigablemente.
– Epa, hola! ВїY eso? ВїTГє tan temprano por aquГ? – se sorprendiГі Golikov, mirando aВ su pensativo jefe por encima de una taza de tГ© frГo.
AВ mi no me gusta ir en traje y corbata. En invierno, prefiero los sweaters tejidos, y en verano, chaquetas sencillas y jeans. Oleg, al contrario, siempre anda encorbatado. El asocia la apariencia exterior con el Г©xito. Por eso tiene un coupГ© В«JaguarВ», se compra trajes italianos prestigiosos y complementa con accesorios de marca. Es verdad que hay pocos que no saben que su carro no es nuevo, quГ© en vez de relojes suizos, Г©l se compra copias chinas y vive en las afueras, con sus padres, en un apartamento pequeГ±o.
– Yo no vengo de casa, estuve por ahà anoche, me encontré a alguien… ¿Y tú? – Golikov continuó su curiosidad.
Mentalmente me vi con los ojos del colega presumido. El cuello de la camisa Polo muy gastado, sudor en las axilas, pantalones arrugados, con mal semblante. El tГpico perdedor para un joven como Г©l. TodavГa ayer, avergonzado, hubiera arreglado mi ropa y limpiado mis zapatos, pero despuГ©s de la visita al hospital, la propia apariencia disminuyГі, en la escala de prioridades, aВ nivel de granos de arena. AВ mi me molestaba otra cosa: ВїquГ© le iba aВ decir aВ Katya?
No querГa continuar la conversaciГіn con mi molestoso colega, entonces me decidГ, por fin, llamar aВ mi esposa. Le di la espalda aВ Oleg.
– Katya, buenos dГas, – tratГ© de hablar alegremente al saludar aВ mi esposa. – No te extraГ±e que saliera sin despedirme. No quise despertarte. Resulta que hay algunos problemas en el trabajo y me llamaron temprano. Yulia? No te preocupes por ella. Me llamГі para avisarme que se iba aВ quedar en la casa de una amiga… Aquella, la de siempre… Era tarde para ir aВ la casa y su amiga vive cerca del club. —
– Una amiga que se llama Arsenio? – Oleg intervino sarcГЎstico. Yo estuve anoche en un club… HabГa unas carajitas…, tentadoras y seductoras. —
– Ok. Katya, ahorita no tengo tiempo. Te llamo más tarde. – Corté la llamada no fuera que descubriera algo falso en mi voz.
Con una mirada indiferente observГ© el ritual acostumbrado. Golikov colocГі el portafolio de cuero sobre la mesa, se quitГі la chaqueta y la colocГі, con cuidado, en el respaldar de la silla. De un paquete de lavanderГa sacГі una camisa limpia. Se quito la del dГa anterior y se cambiГі. El nudo de la corbata lo dejГі flojo y subiГі los puГ±os de sus mangas, justo lo suficiente, para que se viera el reloj В«de marcaВ». Por la crucecita de caballerГa en la esfera y en el portafolio, el conocedor podГa determinar que ambos accesorios pertenecГan aВ la casa suiza y costosa В«Vacheron ConstantinВ».
– Pasó algo? Por el teléfono hablaste de problemas, – preguntó Oleg, sacando del portafolio un paquete de manzanas verdes.
Habiendo decidido dejar de fumar, las compraba todas las maГ±anas. CambiГі los cigarrillos por manzanas segГєn un consejo de una revista de moda. – В«Vitamina en vez de nicotinaВ», – bromeaba. El ritual ya tenГa un aГ±o de cumplirse, pero la raciГіn diaria de manzanas habГa disminuido bastante.
– Eso fue para mi esposa, – sacudà la mano para no explicar más.
– No puedo creer lo que dices. Eres un mentiroso, Yury Andreevich. ВїNo te habrГЎs conseguido una modelo de piernas largas como nuestro presidente Radkevich? Su esposa se la pasa en el extranjero, pero aquГ, Г©l no pierde el tiempo. ВїViste la hembra que tiene? Agarra ahГ —
Oleg me lanzГі una manzana. El lanzamiento era parte del ritual, pero hoy estaba atontado y no atajГ© la manzana. Esta me pegГі en el pecho, se cayГі y rodГі por el piso.
– No la he visto, ni quiero verla, – mascullé, y levanté la manzana.
– Pero esa carajita yo no la rechazarГa. En cualquier momento se la quito al presidente. – Un mordisco hizo crujir la jugosa fruta, masticГі y se sonriГі, soГ±adoramente. – QuizГЎs me levante algo mejor. —
Yo no quise seguir esa conversaciГіn vacГa y tratГ© de concentrarme en el trabajo. Fue inГєtil. Pronto me convencГ que hoy no podГa mejorar ese programa complicado. El dolor anГmico no me permitГa concentrarme. Me molestaba todo: el zumbido caracterГstico de los computadores, el ruido del aire acondicionado, el chirrido de las sillas y hasta la manzana mordida que caГa en mi campo de visiГіn.
Yo me dediquГ© aВ una tarea rutinaria, las que normalmente hacГa Golikov. ComprobaciГіn de canales de comunicaciГіn, anГЎlisis de cifras del momento, bГєsqueda de operaciones dudosas. TratГ© de ocupar el cerebro en algo para apartar las ideas autodestructivas sobre la tragedia familiar. Poco aВ poco los problemas tГ©cnicos llevaron lo otro aВ un segundo plano. De repente una discrepancia cayГі en mis ojos.
En voz alta comentГ© lo que vi en el monitor:
– Un error. A los terminales llegó una cantidad y en la cuenta hay una suma menor. —
– Donde? – preguntГі Golikov, arrastrando su sillГіn hacia mГ. – Ah, Вїeso? No es ningГєn error, ahorita lo arreglo. MuГ©vete. —
– Que estГЎs haciendo? – FruncГ el ceГ±o cuando vi como Oleg hacГa cambios en la tabla de las transacciones bancarias.
– Mi trabajo. Meto el coeficiente corrector secreto, de acuerdo aВ las instrucciones del presidente. AsГ. Ahora las sumas en las cuentas coinciden y no hay que hacer ninguna comprobaciГіn. —
– Algo de ese coeficiente como que no entendГ. —
Golikov se sonriГі.
– Yury Andreevich, no seas ingenuo. Para que crees tú que Radkevich puso esos dudosos terminales de «Jupiter pago» si nosotros ya tenemos cajeros automáticos.
– Expansión del negocio. —
– Claro. Pero, ¿cuál negocio? – Los ojos de Oleg brillaron con malicia y bajó la voz: – Por los terminales hay una comisión no contabilizada. El presidente me baja el porcentaje apropiado y yo ajusto la contabilidad para que todo salga bonito. —
– Y por qué a mà no me dijeron nada? —
– Porque tú eres muy recto y yo soy flexible. – Golikov sonrió condescendiente e hinchó su pecho. – Para que te metiste en eso?, esta no es tu zona. —
Me agarrГ© la cabeza con ambas manos y, recordando aВ mi hija, le dije:
– Déjame tranquilo. —
– Tuviste una pelea ayer? – Oleg dijo, compasivo. – Sal. Relájate. Tómate un café fuerte. Te puedo dar una aspirina. —
– No quiero nada! – grité y, entonces agarré la manzana mordida y la lancé al bote de basura.
Después de ver el lanzamiento, la papelera volcada y la fruta por el suelo, Golikov comentó: – Tú eres un basquetbolista malo. —
MoviГі la cabeza y fue aВ corregir las consecuencias del lanzamiento errado. Yo me quedГ© solo con mis malos pensamientos sintiГ©ndome peor que nunca. La vida y el trabajo me mostraron, de un trancazo, su lado desagradable. Largo rato estuve sin tocar el teclado y el monitor se apagГі. El espejo negro del monitor me mostrГі mi rostro endurecido y los contornos oscuros de la oficina, como si el mundo y yo hubiГ©ramos caГdo en la penumbra. Ya fue insoportable mirar esa pantalla negra.
GolpeГ© algunas clavijas y en la ventanita que apareciГі en el monitor puse mi clave y abrГ las tablas de movimientos por cuentas. HabГa que hacer algo para que esas ideas opresivas no me afectaran mГЎs. Mi memoria visual recordaba los nГєmeros perfectamente. Al fin y al cabo, yo soy matemГЎtico y no un poeta. El flujo de nГєmeros que correspondГan aВ cantidades de dinero, me metiГі en un embudo mental obligГЎndome aВ compararlas y analizarlas. AВ la hora yo habГa encontrado toda una serie de operaciones dudosas.
– Otros errores. Algo no está bien, – mascullé y copié las sumas de dinero y los números de cuenta en un archivo separado.
– Que pasГі ahora? – Golikov expresГі su desagrado y se acercГі hacia mГ, dudoso.
ImprimГ la hoja y le expliquГ©:
– Mira. En las relaciones diarias están las transferencias, pero en el resultado final del mes, no. —
Oleg empujГі su silla con rueditas y se acercГі aВ mГ. Su mirada era punzante e irГіnica. Hizo sonar sus dedos cerca de mis oГdos, como si me hubiera quedado dormido, para despertarme.
– Epa, idealista, despiГ©rtate! Piensa: Вїcon que estamos trabajando? ВїDГ©bitos-crГ©ditos? Esos se manejan fГЎcilmente. Nosotros no somos el Banco Central en quien todo el mundo confГa. Radkevich escogiГі otro nicho para el negocio.
– Tomar el dinero y hacernos los locos? —
– Hasta ahà no hemos llegado. Nuestro banco presta servicios de un tipo particular. —
– Cuales? —
– En dos palabras: el dinero ilegal hay que lavarlo, los funcionarios corruptos tienen que cobrar los sobornos y ponerlos en cuentas off shore. ¿Hay una necesidad? Habrá una sugerencia. —
– Cobrar y esconder. —
– Por fin se comprendió. —
Me sentГ insultado:
– Hace meses trabajo en programas con obstáculos para ladronzuelos, y ahora esto… —
– Pero que te pasa? – Oleg empezó a disgustarse. – No eres el mismo de antes. —
– Algo sucedió. —
– Que? —
Yo no querГa hablar de mi hija. Para una persona ajena era solo una informaciГіn curiosa, pero para mГ era un dolor constante.
– Esto sucedió! – Golpeé, con la palma de la mano, la página impresa.
Con aspecto sombrГo, Golikov me mirГі fijamente, como si me viera por primera vez. Desafiante, le respondГ su pregunta silenciosa:
– Que? ¿No te gusto? —
– OlvГdalo. —
Oleg tomГі de debajo de mi mano la hoja de papel con los nГєmeros de cuenta, volviГі aВ su mesa y, concentrado, mordiГі su manzana. Inclusive su espalda expresaba desdГ©n. TirГі el pedazo de manzana como si fuera una colilla de cigarrillo y saliГі de la oficina.
«Va a chismear», – pensé, indiferente.
Pasados veinte minutos, yo me reГ de mi perspicacidad: me llamaron desde donde Radkevich.
El camino aВ la oficina del director no tomaba mucho tiempo. Solo subir un piso.
– Ah, eres tú, Yury. Entra. – El propietario del banco me saludo particularmente amistoso.
Radkevich no me propuso sentarme, Г©l mismo saliГі de detrГЎs de su mesa para recibirme. Г‰l es un poco mayor que yo. Yo sabГa que su primera fortuna la habГa hecho traficando alcohol clandestino. Ese negocio riesgoso templГі su carГЎcter, le dio seguridad, pero le destrozГі sus nervios. Estos Гєltimos aГ±os Boris Mikhailovich Radkevich se habГa concentrado en el negocio bancario, menos ganancioso, pero respetable y cГіmodo. Ahora Г©l podГa apartar mucho tiempo para su pasiГіn principal: los caballos de raza. DecГan que Г©l tiene unas caballerizas en alguna parte fuera de la ciudad. La expresiГіn de la cara del banquero cambiaba levemente, dependiendo de las situaciones. Estaba acostumbrado aВ dar Гіrdenes aВ sus subordinados y expresar un respeto reservado aВ los mГЎs fuertes de su mundo.
Viendo al presidente, me convencГ una vez mГЎs, de aВ quiГ©n quiere parecerse Golikov. Trajes, zapatos, reloj, automГіvil de marca. Solo que los de Radkevich si eran de verdad, y se actualizaban mГЎs frecuentemente.
En las paredes de la amplia oficina habГa colgadas, fotografГas de caballos. FotografГas de estilo, en blanco y negro, impresas en tela.
– Bellos animales. – Radkevich se detuvo al lado de uno de los cuadros. – A los caballos los aman y los valoran, les crean condiciones tales, que lo pueden envidiar muchos animales de dos patas. —
Radkevich se sonriГі de su chiste sardГіnico, pasГі su mirada aВ mi persona y se ensombreciГі.
– Pero todo semental, inclusive el más costoso y espléndido, tiene su dueño. Y este decide cual va a montarse y cual va a tirar de una carreta. —
– Yo no supe que responder. El presidente hizo una pausa y entonces señaló al siguiente cuadro:
– Mira que trГo tan expresivo. Animales mГЎgicos. Se siente la potencia, la velocidad, parecen que fueran una unidad. Y mira esta pequeГ±a cosa al lado del ojo. Es una grГngola. Es una cosa muy Гєtil, el caballo solo ve hacia adelante y no se distrae hacia los lados. Si uno necesita doblar, el jinete le indica la direcciГіn con un golpe de fuete. ВїTГє comprendes aВ que me refiero?
Yo ya habГa entendido, sin embargo, respondГ:
– A mà me gustan más los caballos de fuerza bajo el capot. —
La mirada de Radkevich se congelГі.
– Tú eres un buen especialista, Yury. Te valoro y te creo buenas condiciones. ¿No es as� —
Me sentГ obligado aВ asentir. Fue Г©l quien habГa autorizado mis crГ©ditos para la nueva casa y el auto. Y no era ofensivo con el salario.
Radkevich sonriГі y me dio unas palmadas en el hombro.
– Te voy aВ dar un consejo. DedГcate aВ lo tuyo y no mires para los lados. Radkevich sacГі de su bolsillo la pГЎgina que yo habГa impreso con las tablas de las cantidades dudosas y, expresivamente, la rompiГі en pedacitos. – Nos estamos entendiendo? —
Otra vez asentГ.
– Una cosa más. – Radkevich decidió regañarme. – Ponte una camisa limpia en la mañana. Eso mejora tu ánimo y el de los que te rodean.
Que fГЎcil es dar consejos. Si esta receta funcionara me cambiarГa la camisa cada hora.
3
Temprano en la noche lleguГ© aВ mi casa y me sentГa como un escolar culpable de haber sido reprobado en un examen y sin decirle aВ los padres. Me movГa torpemente, evitaba la mirada directa de mi esposa y simulaba estar cansado. DespuГ©s del desorden que habГa el dГa anterior en la casa, la sala y la cocina resplandecГan del arreglo hecho. Katya trabajГі excelentemente con las cajas y la envidiГ©: tenГa algo aВ que dedicarse.
– Por fin llegaste. ВїPor quГ© tardaste tanto? – me encontrГі en la cocina y estaba preocupada. Se secГі las manos, apartГі un mechГіn de cabellos de su frente y le bajГі el volumen al televisor con el control remoto. – Y Yulia estГЎ crГptica. La he llamado varias veces y ella me envГa mensajes. —
– Que escribe? – pregunté y mi voz falsa me asustó.
Pero Katya no me oyГі. Con una mano tomГі el telГ©fono de la mesa y los dedos de la otra se movieron, negligentemente, hacia la estufa.
– Yo ya cenГ©. TГє, sГrvete lo que quieras. —
Ella marcГі el nГєmero de telГ©fono de nuestra hija, se tensГі por la espera y en su frente lisa apareciГі una arruga de preocupaciГіn. Inesperadamente, junto con los timbres de respuesta en su telГ©fono, ella oyГі los repiques en el bolsillo de mis pantalones. Su ceja derecha se moviГі hacia arriba y su mirada interrogante se clavГі en mi rostro avergonzado.
ВЎMira que idiota! Como se me pudo olvidar quitarle el sonido. Ya no podГa hacer nada, bajГ© la cabeza y puse el celular blanco en la mesa, el cual le habГamos regalado aВ Yulia hacГa poco en su cumpleaГ±os.
Hubo que confesar:
– Yulia no puede hablar. Fui yo quien te escribГa. —
DespuГ©s del trabajo fui de nuevo al hospital. Mi hija habГa recuperado la conciencia, estaba atiborrada de analgГ©sicos y sus encantadores ojos, los cuales amaban los fotГіgrafos, habГan envejecido diez aГ±os. Y lo peor era que en vez de una excitante languidez en ellos lo que habГa era una oscura desesperaciГіn.
– Quien te hizo eso? – Con un nudo en la garganta le pregunté.
Ella no podГa hablar ni mover la cabeza. Impotente, lo Гєnico que pudo hacer fue batir los pГЎrpados: no sГ©. Y llorГі. Le apretГ© la mano y tampoco pude aguantar las lГЎgrimas. No sabГa como consolarla, el temblor de mi voz y mi aspecto desolado solo la descompondrГan.
– Aguanta. – le dije, pero enseguida le agradecà a la enfermera que me estaba sacando de la recámara.
Cuando vio el telГ©fono de la hija en mis manos, Katya, lentamente, se sentГі. Su mirada concentrada me atravesГі de tal manera que yo me sentГ como una persona desconocida.
– ¿Qué pasa? – preguntó ella.
Dolorosamente, escogГ las palabras:
– Todo está en orden. Casi. Lo peor ya pasó. Yulia está en el hospital, pero no te preocupes. —
– Que sucedió? —
Me costГі mucho trabajo contarle todo y que Katya no se desmayara. Y despuГ©s me costГі mГЎs trabajo mantenerla en la casa y tranquilizarla.
– Ahorita no es el momento, no nos van aВ dejar entrar. Yulia estГЎ durmiendo. Esperemos hasta maГ±ana. – InsistГ. Katya lloraba en mi hombro.
Al dГa siguiente fuimos juntos al hospital. Katya se dirigiГі hacia nuestra hija enseguida. AВ mГ me detuvo en el pasillo un preocupado David Guelashvili
– El cirujano habló en voz baja, pero sin admitir objeciones.
– Déjela que vaya sola. Usted y yo tenemos que hablar. —
– Yo la tranquilicé como pude. Tiene siete meses de embarazo y lloró toda la noche. ¿Puede ser que alguien la acompañe? – Traté de desprenderme.
– Por eso no se preocupe, tenemos personal experimentado. – El mГ©dico llamГі aВ una enfermera, le dio instrucciones y aВ mГ me condujo aВ su oficina. Puso un vaso con agua frente aВ mГ, se sentГі al otro lado del escritorio y cruzГі las manos. – Le tengo dos noticias. —
– Una mala y una buena? Primero, la buena, – Me animé a decir, presintiendo algo negativo. – Una mala, usted sabe, después de lo de ayer… —
– Su hija estГЎ estabilizada y no estГЎ en peligro de muerte. Pero para el completo restablecimiento del organismo se necesitan donantes de tejido y operaciones muy costosas. Si quiere un consejo, eso es mejor hacerlo en Alemania. AquГ hay buenos cirujanos, no se crea, pero el aspecto jurГdico con los donantes de Гіrganos estГЎ un poco enredado y quizГЎs haya que esperar mucho tiempo. —
– Entiendo, entiendo… ¿Y de cuánto dinero estamos hablando? —
– Yo voy aВ preparar los documentos mГ©dicos necesarios y los enviarГ© aВ la clГnica alemana. Veremos que responden. —
– De todos modos. Usted debe tener las cifras. —
– Desgraciadamente, estГЎ lastimado todo el tracto gastrointestinal. Se necesitarГЎ mГЎs de una operaciГіn. Creo que la suma debe estar entre los ciento cincuenta y doscientos mil euros. – El cirujano callГі. – En nuestro hospital existe una fundaciГіn benГ©fica. El fondo estГЎ limitado y hay muchos que estГЎn esperando por trasplantes. Yo, en su lugar, me apurarГa. —
Comprensivo, yo asentГ:
– Si, claro. Yo trabajo en un banco, pediré otro crédito. No veinte, sino treinta años trabajaré para el dueño. —
Guelashvili apretГі los labios y me mirГі por encima de sus lentes, como si yo hubiera dicho una tonterГa.
– Hay otra cosa, – dijo.
– Una mala noticia? – Recordé el comienzo de la conversación y traté de bromear: – Si un cometa choca contra la tierra… —
Yo me cortГ© ante la mirada no divertida de Guelashvili.
– Usted donó sangre ayer. Nosotros la examinamos y … – El médico abrió una carpeta para consultar el resultado del análisis, como si el diagnóstico pudiera cambiar. – A usted se le encontró el virus VIH. —
Se hizo una pausa larga. Yo no comprendГ, inmediatamente, que se trataba de mГ. Hasta ahora solo habГamos hablado de la situaciГіn de mi hija. Esta desgracia puede repercutir en mi esposa embarazada, pero yo… Yo soy un tipo, yo puedo aguantar. Canas y angustias mentales no molestarГЎn. Lo Гєnico importante es que Yulia se recupere y el embarazo de Katya llegue aВ buen tГ©rmino. ВїDe que estamos hablando? ВїEscuché mal?
– Usted dijo: VIH? —
– Virus de Inmunodeficiencia Humana, – claro y pausado, dijo el médico.
– Yo tengo ese VIH? —
– El virus fue captado en su sangre. Por supuesto, haremos un examen de comprobación, pero yo estaba obligado a advertirle desde ya. —
– No, no es posible. Yo no soy un drogadicto… Yo soy un padre de familia. – Mis ideas se revolvieron. Yo vine por un problema, ahora me desconciertan con otro, completamente diferente. – No entiendo, no entiendo nada. —
– Beba agua. —
Obedientemente vaciГ© el vaso y mirГ© al doctor. Yo no habГa escuchado mal, esto no era un sueГ±o ni un chiste. Ante mГ estaba el mismo mГ©dico, en la mesa el resultado del anГЎlisis donde estaba mi apellido. AhГ estaba escrito que yo estaba mortalmente enfermo. ВїCuГЎles veinte, treinta aГ±os? Todos los planes se fueron paМЃl carajo. No llego ni al aГ±o que viene. ВїY cГіmo voy aВ vivir yo ahora? Me encogГ, me sentГa como un monstruo, aВ quien todos evitan.
El mГ©dico se inclinГі hacia mГ desde su lado de la mesa, me mirГі aВ los ojos y me dijo, suavemente:
– No entre en pánico, concéntrese en su respiración. Inhalar-exhalar, inhalar-exhalar. Y cuente: uno-dos, uno-dos… —
Poco aВ poco se me fue aclarando la mente. PreguntГ©:
– VIH, eso es SIDA? —
– No, no… – Guelashvili se recostГі del espaldar de su asiento. Lo mГЎs desagradable ya lo habГa comunicado. AВ Г©l volviГі la convicciГіn profesional. – El VIH es una infecciГіn crГіnica que se desarrolla lentamente. Por regla general, bajo tratamiento, se puede controlar por aГ±os. Todo depende del modo de vida y el seguimiento riguroso de los medicamentos. En ese perГodo la persona infectada se siente bien, se ve saludable y, frecuentemente, ni siquiera adivinas su problema. ВїAВ propГіsito, cuando se hizo el examen de sangre la Гєltima vez? —
– No recuerdo. Hace tiempo. —
– El virus no aparece enseguida. A los tres meses, a veces hasta los seis meses después del contagio. —
– Y ¿cómo? ¿Como pude contagiarme? —
– El VIH pasa de persona a persona. Ante todo, por el tracto genital durante los contactos sexuales no protegidos. O a través de la sangre: aplicación de drogas intravenosas con una aguja infectada, inyecciones, transfusiones de sangre… —
– Espere. ¿Y mi sangre? ¿La transfirieron a mi hija? – Yo salté para correr adonde Yulia.
– No, como se le ocurre. Para eso existen las pruebas. SiГ©ntese y tranquilГcese. Ahora usted debe analizarse y recordar como pudo haberse contagiado. Y, por supuesto, cambiar de raГz su comportamiento, para no ser una fuente de propagaciГіn de la infecciГіn. —
– Katya. Mi esposa. – Reaccioné.
– Ella estГЎ embarazada. AВ todas las embarazadas se le hace prueba de VIH. Esperemos que no…, claro, hay un perГodo escondido. Yo me encargo de hacerle las pruebas. —
– Pero coño! ¿Por qué yo? ¿Que hice? – Puse las dos manos en mi cabeza. – Sin tiempo para nada. ¿Cuánto me queda? —
– Usted no estГЎ enfermo todavГa, solo tiene el virus en la sangre. —
– Pero el SIDA no se cura. —
– No entre en pánico. Usted no tiene SIDA. —
– No comprendo. Usted me estaba hablando del VIH. —
– Entienda una cosa sencilla. – El doctor se puso pedagogo. – AВ usted se le detectГі un virus, el cual, su organismo todavГa controla. El SIDA es el estado final del desarrollo de la infecciГіn VIH. Г‰l no aparece rГЎpido. Eso depende de muchos factores. Le voy aВ dar un folleto. AhГ estГЎ explicado de manera muy sencilla. —
TomГ© el folleto y leГ el tГtulo: В«Con el VIH se puede vivirВ», pero ahГ enseguida, lo doblГ© y lo guardГ©. AВ pesar del tГtulo tranquilizante, me asustГі.
– Por ahora no me haré el análisis de sangre de comprobación y no le diga a Katya, por favor. —
– Por ley, esa información es estrictamente confidencial. No tengo derecho de comunicarle a nadie su status de VIH infectado: ni a su esposa, ni a sus familiares, ni a amigos, ni a colegas. Usted es quien tiene que actuar en ese sentido. —
RecordГ© las palabras de Guelashvili en el primer encuentro: un paso aВ un lado y te caes. Yo sentГ que el suelo desaparecГa bajo mis pies. Yazgo en el abismo.
– Bueno… – De repente tenГa al cirujano aВ mi lado. Me sacudiГі por los hombros e hizo detener el mareo que yo sentГa. – TГіmese este par de tabletas. —
– Que, ¿ya comenzamos? —
– TГіmeselas tranquilo. – El mГ©dico lleno un vaso con agua y me dio las dos pГldoras. – Este schock es normal. Usted todavГa se estГЎ forzando. Tome un par de dГas libres en el trabajo. —
– Pero entonces, todos sabrán que me pasa algo. —
– Ok. Continúe a trabajar. Viva como si no pasara nada. Si siente sensación de pánico, respire como le dije. —
– Es todo? —
– Por ahora sГ. Eso funciona. —
El mГ©dico se puso aВ hablar caminando por el corredor: de la baterГa de exГЎmenes, de los anГЎlisis complementarios, de la escogencia de medicinas, mientras yo contaba las inhalaciones y exhalaciones: uno-dos, uno-dos… Algo no me permitГa pasar de dos. Hasta mis queridos nГєmeros me abandonaban.
4
La enfermera trajo aВ una decaГda Katya aВ la oficina. Yo me apurГ© aВ abrazar aВ mi mujer que sollozaba, solo para que ella no notara el miedo en mis ojos. Pero Katya estaba extremadamente deprimida y solo pensaba en la hija. Con esperanza ella miraba al mГ©dico y este la tranquilizaba prometiГ©ndole hacer todo lo posible. Guelashvili mencionГі algo sobre la curaciГіn en Alemania y le dijo que ya habГa discutido los detalles conmigo. Con mi mejor rostro, yo asentГ hacia Katya, mostrando con la mirada, que todo estarГa en orden. Ella creyГі, no en mis gestos infantiles, sino en su intuiciГіn maternal.
Yo llevГ© aВ Katya al auto y me puse al volante. Cuando Гbamos al hospital, de antemano yo sabГa que ella no podГa conducir, pero yo no podГa suponer que yo mismo estaba cerca de un schock.
– Pero que fue? ВїPor quГ©? – De vez en cuando Katya se decГa aВ sГ misma. – Como vamos aВ vivir ahora? —
Esas mismas preguntas me atormentaban, pero si mi esposa pensaba exclusivamente en su hija, yo me las dirigГa aВ mГ mismo.
– La van a curar, conseguiré el dinero, – murmuré, pero me di cuenta que poco convincentes sonaron mis palabras.
– Yo darГa todo, con tal de que Yulia… – Katya se cortГі y se puso aВ llorar.
AВ mГ tambiГ©n se me salГan las lГЎgrimas, pero pude contenerme. Inhalar-exhalar. Uno-dos.
DejГ© aВ mi esposa en casa y me fui al trabajo. Entrando al banco, me sentГ encogido. Me pareciГі que todos me miraban de manera distinta y que, aВ propГіsito, se apartaban como de un leproso. ВїSerГЎ posible que ya tenga escrito en el rostro que estoy mortalmente enfermo?
– Grisov, te ves mal, – Oleg Golikov confirmó la sospecha. – Ayer llegaste primero que todos, hoy estás retrasado. ¿Alguna vez miras el reloj?
Sin esperar respuesta, ironizГі:
– La gente feliz no mira el reloj. ¡Ataja! —
Oleg me lanzГі la manzana cotidiana, pero yo, oprimido por esos pensamientos horrorosos, no reaccionГ© en absoluto. La manzana golpeГі el teclado, hizo iluminarse el monitor y rodГі por el suelo. Y cada golpe harГa aparecer, aВ los dos dГas, una marca fea en la superficie del bello fruto, lo cual serГa el comienzo del daГ±o en la fruta. Eso trajo asociaciones horribles aВ mi mente y yo ya me veГa con daГ±os en mi organismo.
– Un asunto malo, – Golikov comentГі sombrГamente y clavГі su mirada en el monitor. Viendo que yo continuaba postrado, involuntariamente murmurГі: – Si, tenemos un problema. —
Yo no me movГa, y entonces Golikov subiГі laВ voz:
– ¿Me estás escuchando, Yury Andreevich? —
– Que pasa? – reaccioné.
– Hay que chequear la interfase de los cajeros automáticos, temprano hubo una falla incomprensible, – respondió Oleg y volteándose no quiso explicar más.
Yo entrГ© en la red interna del banco, leГ los correos, vi los cГіdigos de errores y tratГ© de concentrarme en el trabajo. Sin embargo, mi mente estaba completamente llena de preguntas desagradables. ВїCuГЎndo me contagiГ©? Y, Вїde quiГ©n? ВїCuГЎnto tiempo me quedaba de vida? Y de repente me entrГі una esperanza: Вїy si otro examen daba negativo? Dios mГo, que estГ© sano. Me pondrГa aВ rezar, aunque nunca lo he hecho.
Si ese estado de ГЎnimo se ponГa insoportable, me concentraba en la respiraciГіn. Este mГ©todo me ayudaba aВ apartar la inquietud. AВ quitarme mis propios terrores, meterme en el trabajo. Mis dedos comenzaron aВ recorrer el teclado, conseguГa cliquear en los comandos. Pero la frГЎgil tranquilidad enseguida se rompГa por la preocupaciГіn por la hija. Su curaciГіn va aВ ser larga, y se va aВ necesitar mucho dinero, el cual solo puedo conseguir yo. Y, si de repente, mi enfermedad se desarrolla rГЎpidamente y me tumba el SIDA. ВїQuГ© pasarГЎ con Yulia, con Katya y con nuestro hijo no nacido todavГa?
Inesperadamente alguien me tocГі el hombro. Yo volteГ© y vi el rostro estupefacto de Oleg. TocГі con su dedo mi monitor en los sobrecitos rojos intermitentes de las comunicaciones urgentes.
– ¿Qué te pasa Grisov? ¿Tú no lees los correos internos? El flujo de quejas colapsó el servicio de atención al cliente. Se bloquearon todos nuestros cajeros automáticos. ¡Todos! —
– Justamente me estoy dando cuenta de eso. – Vi el programa abierto y me sorprendiГі. Yo habГa cambiado algunas instrucciones en el programa, las habГa corregido, pero no recordaba, exactamente, queВ era.
– Mira, ¡lee! Nuestros colectores no pueden recoger los recibos, las tarjetas de acceso no funcionan. —
– Las tarjetas de acceso, – repetà como un eco y abrà la gaveta del escritorio para buscar la tarjeta plástica especial con la cual se puede recoger y testear todos los sistemas de los cajeros automáticos.
– Déjame ver. – Golikov me separó del monitor y comenzó a cliquear el teclado. Aquà está el error. Tú sobrecargaste el programa y ahà empezaron los fallos. ¿Qué cambios le hiciste? —
– Yo? Creo que ninguno. —
Yo, inГєtil, le daba vueltas en mis manos aВ la tarjeta plГЎstica.
– ¿Crees? ¡Mira! De tú computadora salió el cambio. —
– No me acuerdo. – Dije sinceramente.
– Pero lo sabes. – Oleg sacudió la cabeza en desaprobación.
En mi mesa repicaba el telГ©fono de servicio. El indicador mostraba el nГєmero В«1В» lo que querГa decir que llamaba el propio dueГ±o del banco. SentГ nГЎuseas. Ya tenГa varias horas poniГ©ndole atenciГіn aВ mi organismo en busca de alguna reacciГіn hipocondrГaca y mi organismo respondiГі aВ la espera provocadora. De mi estГіmago venГa el vГіmito y salГ corriendo al baГ±o.
Golikov me acompaГ±Гі con la mirada asombrada y, cuidadosamente, levantГі el auricular.
– ¿Que pasa Grisov? ВїQuГ© mierda estГЎn haciendo? – Nuestro presidente Radkevich no escatimaba las groserГas.
– No es Grisov, es Golikov. —
– Donde está tu jefe? ¿Porque no me responde el teléfono? ¿Qué pasa ah� Los cajeros automáticos no están funcionando. —
– Boris Mikhailovich, la falla fue por culpa de Grisov, —
– ¡Eso no fue una falla, lo hicieron a propósito! Tengo pérdidas y ustedes no hacen un coño. —
– No es mi culpa, por mi trabajo respondo yo. Pero Yury Andreevich…
– Que estás queriendo decir? Habla claro. —
– Él sobrecargó el programa de control de los cajeros. Después de eso empezaron las fallas. —
– Por qué? ¿Fue un error? —
Golikov comprendiГі que ahГ le surgiГі una oportunidad. No es pecado utilizar el error de su superior, si eso lo hace ocupar su sitio. Г‰l hablГі rГЎpidamente, bajando la voz y mirando, atentamente, la puerta:
– Boris Mikhailovich, temo por Grisov. No estГЎ bien de la azotea. Literalmente. Ayer llegГі pГЎlido, medio ido, y hoy estГЎ igual. Le preguntГ© cuales cambios habГa hecho en el programa y Г©l lo no recuerda. Realmente no lo recuerda, los ojos vacГos. Tengo la impresiГіn de que aВ Grisov le empieza aВ patinar el coco. VГ©alo usted mismo. Г‰l podrГa hacer algo. —
– Ya lo hizo. ¿Puedes arreglar eso? —
– Puedo tratar. —
– Trata. Habla con otros empleados y le dices a Grisov que venga a hablar conmigo, inmediatamente.
Cuando volvГ del baГ±o, en un estado horrible, encontrГ© al colega en mi puesto de trabajo. Oleg, sin separarse del monitor, me informГі:
– Radkevich te llama. Que vayas ya. —
– Justamente, yo tambiГ©n querГa hablar con Г©l, – murmurГ© yo, sumergido en mis problemas.
Tan pronto entrГ© en la oficina del presidente, Radkevich me lanzГі una mirada irritada y frunciГі el ceГ±o con disgusto aВ la vista del pГЎlido y desvencijado empleado.
– ¿En qué estás pensando, Grisov? —
– QuerГa hablar con usted. Necesito un prГ©stamo. —
– Préstamo? —
– Doscientos mil euros. Mi hija… Aunque sean ciento cincuenta. —
– Que? – Radkevich saltó de su asiento. – Respóndeme una pregunta: ¿tú actualizaste hoy el programa de control de los cajeros automáticos? —
– Mire… – Yo me enredé.
– Que hay que mirar? A mà me dijeron que por tu culpa perdà plata. Y eres tan insolente que vienes a pedirme dinero. No, ¡no es una simple insolencia, es una burla! —
– Disculpe, a mà hoy… —
– A mà no importa que te pasó hoy! Ayer hablamos, aparentemente estuviste de acuerdo y entonces, hoy me saboteas. —
– No. —
– Eso no te lo acepto! —
– Trataré… —
Con desprecio, Radkevich me mirГі aВ la cara.
– Estás drogado? —
– Dos pastillitas nada mГЎs, tranquilizantes. – RespondГ, pero me arrepentГ de haberlo hecho.
– Pastillitas, o sea… – El banquero sacudió la cabeza y movió la mano como espantando algo. – No me toques más la computadora. Estás libre. Completamente libre. Estás despedido a partir de hoy, Grisov. —
– Pero como… – Ante mis ojos apareció mi hija enferma, y ante los de Radkevich la suma en el gráfico de las pérdidas.
– Vete! – Gritó.
Yo abandonГ© la oficina como en un sueГ±o. ВїSerГЎ que mi enfermedad se ve en mi rostro? Apenas hoy me entero y ya es una pesadilla. ВїY ahora que va aВ pasar?
En mi sitio de trabajo me recibiГі un cortГ©s y disminuido Golikov.
– Mira viejo, me llamaron para decirme que no te permitiera acercarte a los computadores. Debes recoger tus cosas y… – La mirada de Oleg, elocuentemente, se dirigió hacia la puerta. – Disculpa, es orden de Radkevich.
Y solo en ese momento comprendГ lo irreversible. Me estГЎn despidiendo. No voy aВ recibir ningГєn prГ©stamo, y los prГ©stamos viejos no voy aВ poder pagarlos. Nos quitan la casa, el carro, y todo eso, legalmente. Mi hija no tendrГЎ la curaciГіn necesaria, mi esposa me odiarГЎ y serГ© un pobre y enfermo.
Una empleada de la oficina de personal trajo unos papeles para que yo los firmara.
– Yo tengo derecho a una compensación, – le recordé.
– Este no es el caso. – La mujer se sonrió levemente y recogió los documentos.
– Por qué no? En el caso de despido me deben… —
Pero la amable mujer ya habГa abandonado la oficina. Golikov habГa bloqueado el acceso aВ todos los computadores, excepto el suyo, y se enfrascГі en su trabajo, como si yo no estuviera ahГ. Me sentГ impotente: soy un sobrante, estГЎn botГЎndome. Y en ese momento sentГ una gran indignaciГіn. ВЎAh, ВїsГ?! No tengo nada que perder y pronto muero. Por eso puedo hacer lo que quiera. Por ejemplo, romperle la jeta al presidente.
EscribГ en una hoja de papel el salario de tres meses, subГ corriendo el piso y entrГ© como una tromba aВ la oficina de Radkevich.
– Hicimos un convenio donde yo tengo una compensación de tres meses de sueldo. – Le puse la hoja de papel en el escritorio y me acerqué al director.
Г‰ste respondiГі suavemente con una sonrisa torcida y sin esconder la burla:
– Métete ese convenio por el trasero. —
Le lancГ© el puГ±etazo por encima del escritorio, pero Radkevich, ГЎgilmente, se cubriГі con la lГЎmpara de mesa. El golpe llegГі aВ la pantalla de mesa y el vidrio se rompiГі, hiriГ©ndome la mano. Cuando vi la sangre en mis nudillos me tranquilicГ©. Mi propia sangre me recordГі el virus incurable que me consumГa desde adentro.
– Vete pál carajo, ¡engendro! – gritó el banquero. – Me voy a encargar de que no te contraten en ningún banco. ¡Haz de cuenta de que tienes una etiqueta negra encima! —
La menciГіn de una etiqueta me golpeГі. El VIH es una etiqueta negra con la cual la sociedad estigmatiza aВ los desgraciados.
ComencГ© aВ retirarme. En el camino cayГі en mi mirada la fotografГa del trГo de caballos la cual utilizГі el dueГ±o de la oficina para mostrar las grГngolas Гєtiles para dirigir al caballo. ArranquГ© el cuadro de la pared y estuve aВ punto de estrellarlo contra el piso, pero en el Гєltimo momento me di cuenta de que los caballitos me caГan bien. Entonces salГ con el bello poster en las manos.
AВ mi oficina no volvГ, me fui de una vez hacia la puerta. En la entrada del banco me detuvo el vigilante. El debГa comprobar que el funcionario despedido no se llevaba algo valioso y confidencial. En mis manos solo estaba el poster.
– No puedes llevártelo, – negó con la cabeza el vigilante.
– Si claro, yo me salà de la yunta y tú, golpeado con el fuete, recibes tu ración particular de avena. – Le tiré el poster y salà del edificio.
El vigilante, confundido, olvidГі pedirme el pase de entrada.
5
В«Las desgracias no vienen solasВ», recordГ© el infeliz dicho. Se sobreentendГa que las desgracias vienen por pares, aunque en mi caso particular, la cuenta continГєa. La tragedia con mi hija, mi propia enfermedad, la preocupaciГіn y ahora esto: el viejo В«PeugeotВ» no quiere prender. Claro, esto es una tonterГa en comparaciГіn con lo demГЎs, Вїpero es que acaso necesito mГЎs contratiempos?
Oye Dios, siquiera en las cosas pequeГ±itas, ВЎten piedad! Pero es obvio que el todopoderoso no me escuchaba.
Le di al arranque hasta que la baterГa se descargГі completamente dejГ© el carro y me fui al metro. La caminata monГіtona se correspondГa bien con el procedimiento del mГ©dico: Inhalar-exhalar, uno-dos, inhalar-exhalar… Solo asГ pude tranquilizar mis nervios destrozados. No estaba apurado, caminГ© varias estaciones, de vez en cuando me sentaba y descansaba y lleguГ© tarde aВ casa.
En la entrada de nuestro townhouse, al lado del «Volvo» de mi esposa estaba estacionado un «Ford» policial. «Llegó Sasha[2 - – Sasha: Es el apodo familiar y cariñoso, en Rusia, para aquellos que se llaman Alexander.], pensé.
Mi hermanastro, Alexander Gromov, era capitГЎn de la policГa y preferГa utilizar el automГіvil de servicio. Mi mamГЎ se casГі primero con el profesor de FГsica, Grisov. De ahГ nacГ yo. DespuГ©s se casГі con el oficial de policГa Gromov. De ahГ naciГі Sasha. Nuestros padres eran tan diferentes que Sasha y yo no nos parecГamos en nada. Yo era el mayor y aВ mГ siempre me tuvieron como un alumno aplicado y tranquilo. Mi mamГЎ se enorgullecГa de mis Г©xitos en la escuela y siempre me ponГa de ejemplo para mi hermano. Sasha era tres aГ±os menor y no mostraba mucho entusiasmo por la escuela, pero se destacaba por la seguridad en si mismo.
– Por fin apareciste! ВїDГіnde estabas metido? Ni siquiera respondГas el telГ©fono. – Desde el pГіrtico me regaГ±Гі mi hermano. – EstГЎbamos preocupados.
Alexander, su esposa Natasha y Katya se sentaron alrededor de la mesa en la cocina. Las mujeres se veГan pГЎlidas y deprimidas. Gromov, como siempre, estaba bullicioso y gesticulando demГЎs. Г‰l llenaba cualquier espacio, sobre todo si estaba bebiendo. HabГamos planificado celebrar nuestra nueva casa, pero la vida nos echГі aВ perder los planes. El encuentro resultГі triste.
– El carro se me accidentó, – me justifiqué.
– Siéntate, – Gromov golpeó la mesa a su lado y llenó dos copas de vodka. Se tocó el pecho con el puño y dijo: – Tengo un peso en el alma, hermano. Me imagino como estarás tú. Bebe, te hará bien. —
Г‰l vaciГі la copa de un golpe, con el rabo del ojo vio como Natasha acercaba su copa aВ los labios y, llevando un poco de choucrute aВ su boca, seГ±alГі con un dedo hГєmedo hacia la embarazada Katya:
– A ti, ni se te ocurra. —
Lentamente, vaciГ© mi copa, pero no sentГ ni sabor, ni bienestar. Me apretaba el pecho, como si me pusieran tornillos. No querГa comer, ni beber.
– Te enteraste de algo? – le preguntГ© aВ mi hermano, cuando ya habГa tragado y alargГі el brazo hacia la botella.
– Estamos trabajando en eso. Encuestas, interrogatorios…, todo como se debe. —
– Y entonces? – me empezaban a fastidiar esos pretextos.
– Por ahora sin suerte, como siempre en esas taguaras. Aunque el club «Hongkong» es pretencioso y caro, no tienen cámaras en el interior, para no molestar a los visitantes. Solo tienen una en la entrada. La vigilancia no controla lo que toman ni lo que huelen. Si se ponen exigentes, la gente se les va. —
– Revisaron el bar? —
– Alcohol puyado no hay, porque muchos se hubieran envenenado. Allá todo es simple y de más grados. – Gromov bebió y arrugó la cara, más por el disgusto que por el vodka.
– CuГ©ntame, – le exigГ.
Sasha se inclinГі hacia mГ, para tratar de hablar en voz baja, pero su susurro fue mГЎs bien teatral y lo escuchГі todo el mundo en la cocina.
– Encontramos una botellita de ГЎcido acГ©tico bajo el sillГіn donde estaba Yulia. No tenГa huellas digitales. Si hubiera sido ella misma…, habrГa tenido las de ella.
– Pero no pudo haber sido ella, – me disgusté. – Quien llevó el ácido? —
– Justamente, cualquiera puede comprar eso en un supermercado. Y en el club todos andan por todos lados. ¿Tú has estado en lugares as� —
– Hace un montón de años que no. —
– Eso es una penumbra, la música a todo volumen, la gente empujándose de un lado a otro, muchos drogados. Tú preguntas, y nadie vio nada, nadie sabe nada. ¿Como cayó Yulia allá? —
– Sabes… – Me callé.
Katya se puso aВ llorar y Natasha se apurГі aВ llevГЎrsela. Gromov hizo una mueca y un gesto incomprensible con las manos: como diciendo, los nervios femeninos no son lo mГo. MirГі la botella de vodka vacГa, la puso en el suelo y sacГі una nueva de la nevera. Cuando se sentГі de nuevo, golpeГі con el pie la botella vacГa y esta, con ruido, rodГі por el piso. Nosotros no intentamos recogerla…, ВЎque ruede lo que le dГ© la gana!
– ¿Y quГ© dice Yulia? – preguntГі Gromov mientras abrГa la botella.
– No puede hablar. Tiene un tubo en la garganta. – respondГ, apenas aguantando el disgusto.
– Que vaina, – Gromov asintiГі tranquilamente. BebiГі, apretГі el puГ±o y lo moviГі, amenazando al espacio: – Encontraremos al bastardo y lo pondremos preso! Lo importante es que tГє aguantes y Katya no haga tonterГas. Bueno, tГє sabes. —
DespuГ©s de la siguiente copa, el tenedor recorriГі el plato con el resto de la cena y, levantando la voz, el capitГЎn de policГa decidiГі cambiar el pesado tema. Puso una mano en mi hombro, aВ lo hermano:
– El «Peugeot» está jodiendo otra vez? Cambia esa carcacha. Cómprate uno bueno. —
Me sonreГ y comencГ© el listado:
– Le comprГ© un carro nuevo y seguro aВ Katya. AВ crГ©dito. Ella lo necesita. Tenemos veinte aГ±os para pagar esta casa. TodavГa hay que arreglarla, arriba no tiene divisiones, el niГ±o pronto nacerГЎ y serГЎn mГЎs gastos. – DespuГ©s de eso me sentГ molesto, y quitГ© la mano ajena de mi hombro. – No se trata de eso! Yulia estГЎ mal, hay que operarla en el exterior. Eso es mucha plata y tГє me hablas de un carro nuevo. —
– Que vaina, – Gromov utilizó su expresión preferida. – Pero tú tienes un trabajo excelente y media vida por delante. Tú eres el jefe de tu sección. ¡Jefe! Y yo apenas soy capitán. A esta edad. Si yo fuera el jefe de sección… —
– Si, gran cosa, soy jefe. —
Quise decirle que me habГan botado del trabajo, pero aВ Гєltimo momento, me contuve. Mi hermano le contarГa aВ su esposa y esta aВ Katya. Esto serГa un golpe complementario para la embarazada y ella ya tenГa los nervios de punta.
– Y tГє sabes como se obtienen los ascensos en la policГa? – Sasha ya estaba medio borracho. – Tienes que tener un padrino, oВ destacarte en un asunto. Como resolver algo grande, agarrar un malandro y que la prensa te hable de eso. —
– Bueno, ¡agárralo! – le espeté, teniendo en cuenta el intento de asesinato de mi hija.
– Estoy trabajando en eso, – Gromov asintió. – En nuestro cuadrante aparecieron unos delincuentes que están robando cajeros automáticos. Te imaginas como hacen: apagan las cámaras. ¿Como? No se sabe. Maltratos visibles, no hay. Los alambres están completos. La cámara no ha sido tapada. Si resuelvo ese asunto, puedo pasar a la dirección «C». «C», de ciberdelincuencia. Allá se gana más. —
– Yo te estoy hablando de Yulia, – me disgusté de verdad.
– Ahà hay un problema. Tampoco hay cintas de video. ¿Como se puede trabajar sin eso? —
– Con el cerebro, con los puГ±os, con la fuerza. – Ya yo estaba arrecho, no solo con la policГa, sino contra todo el mundo.
– A propósito de fuerza. Una vez se llevaron todo el cajero, otra, lo abrieron a mandarriazos. —
– Otra vez estás hablando de los ladrones. Para que abrirlos, es suficiente… – Metà la mano en mi bolsillo, toqué la tarjeta de acceso a los sistemas, la cual no me quitaron y se me salió: – Retrasados. —
– No, – Sasha no estuvo de acuerdo. – Cada vez piensan en algo nuevo. Para agarrar a esos tipos hay que actuar rápido, en caliente. A propósito, tú eres el especialista en esos cajeros automáticos, esas cosas electrónicas. Dime, como pueden… —
El repique del celular cortГі la habladera de Gromov. Se puso el aparato al oГdo y, aВ medida que escuchaba, sus hombros se expandГan, sus ojos se abrГan irradiando emociГіn. Desde niГ±o yo conocГa ese brillo: hacia adelante, tumbando todo, sin pensar.
– Voy para allá! – exclamó hacia la bocina, saltando del lugar.
– Que pasó? – me preocupé.
– Quemaron un cajero automático, y apagaron la cámara otra vez. —
Con paso inseguro, Gromov se dirigiГі aВ la salida, tomГі la chaqueta y sacГі las llaves del carro. TratГ© de detenerlo:
– No puedes manejar, estás borracho. —
– Quien me va a parar? Yo estoy de servicio. —
– Estás loco. —
– Hay que perseguirlos en caliente, si no se van, – estaba inquieto el capitГЎn de la policГa.
– MГrate en un espejo. —
Lo empujГ© hacia el espejo de la puerta. De la respiraciГіn etГlica se cubriГі de vapor la superficie del espejo.
– Natasha me va a llevar. – dijo, con más sentido común.
– Vamos, te llevarГ© yo, – le propuse, ya que solo me habГa tomado una copa de vodka.
Yo no querГa quedarme solo con Katya. QuizГЎs se darГa cuenta de mi ГЎnimo abatido y empezarГa aВ preguntarme y yo tendrГa que mentir y escabullirme. Mejor volver cuando ella estuviera durmiendo.
– Ok. ¡Vamos! – Sasha me palmoteó el hombro. – Como tú eres el técnico, verás las benditas cámaras y sabrás. Tú eres el experto. Las mujeres… Natasha se irá en taxi.
6
Durante los primeros minutos de manejo del В«FordВ» policial, sentГ cierta rigidez en mi cuerpo. Me molestaban el radar, colocado sobre el panel de instrumentos, el radio portГЎtil aВ mi derecha, el monitor extra en el centro y un montГіn de botones incomprensibles en la direcciГіn.
Gromov, impaciente e inquieto en el puesto del pasajero, hacГa comentarios:
– ¿Qué te pasa, acaso crees que llevas a tu esposa embarazada? Prende las luces del techo y dale gasolina. —
– Donde está? —
– AquГ! Y la sirena no estГЎ demГЎs. —
El capitГЎn pisГі unos botones, sobre el techo del carro se prendieron unas luces roji-amarillas intermitentes y empezГі aВ sonar la sirena. La mГєsica lumГnica de la policГa golpeaba los nervios, divertГa el amor propio y ayudaba aВ ir aВ mГЎs velocidad ya que los otros carros se apartaban rГЎpido. Sasha indicaba el camino e insistГa en ignorar los semГЎforos. Yo sentГa una rara sensaciГіn y por primera vez en mi vida, abiertamente, infringГa la ley. Iba al volante como embriagado, subГa la velocidad, me comГa la luz roja, pero no sentГa ningГєn reproche de conciencia. Al contrario, las adversidades que me abrumaban desde hacГa dos dГas, pasaron aВ un segundo plano y yo me sentГa un poquitico mejor.
DespuГ©s que pasГі el cosquilleo de los nervios por la carrera (lo digo por mГ, mi hermano como si nada), llegamos aВ una calle ancha vacГa, donde se construГa una gran urbanizaciГіn. El cajero automГЎtico que trataron de robar estaba en el vestГbulo de una agencia bancaria cerrada. Encontrar el lugar del crimen no fue dificultoso, ya ahГ habГa una buena cantidad de carros de bomberos y policГas.
Gromov saltГі del carro apenas me detuve y, aВ grandes pasoso, se dirigiГі hacia el banco, haciГ©ndole seГ±as aВ un teniente que sobresalГa.
– Petujov, reporta. —
El flaco teniente se acercГі al capitГЎn y empezГі aВ hablar atropelladamente:
– Camarada capitán, durante el transcurso de las acciones operativas que … —
– ¡Resume, Petujov! —
– Los ladrones apagaron la cГЎmara, inyectaron gas en el cajero, se escondieron tras la puerta y le pegaron candela. – El teniente seГ±alГі un cilindro vacГo en el techo del banco.
– Se disparó hasta allá? —
– Lo hubiera visto! —
Me dio curiosidad y me acerquГ©. El lugar, con los vidrios rotos, olГa quemado y el cajero se veГa bastante daГ±ado. Los pedazos de billetes quemados nadaban en un charco espumoso.
– Se llevaron el dinero, – Gromov sacudió la cabeza y, en voz alta, preguntó a Petujov. – Hay testigos? —
– Los vecinos vieron una furgoneta blanca alejándose, – puntualizó el teniente.
– En cual dirección? —
– Aquà hay un solo camino, – el teniente mostró con la mano. – Hacia el otro lado es calle ciega, por la construcción.
– Ya avisaron a los nuestros? —
– Ya hay varias patrullas en el caso. —
– Patrullas, – torciГі el gesto el capitГЎn. – Te apuesto aВ que no encuentran nada. Voy aВ tratar de resolver aquГ. —
DespuГ©s de la carrera nerviosa sentГ deseos de orinar y me dirigГ hacia los arbustos. El seto reciГ©n plantado separaba una casa nueva del territorio de la construcciГіn. Los arbustos estaban mГЎs abajo de la cintura y yo decidГ ir mГЎs hacia la oscuridad, para que no me vieran desde el camino. Pasando por la entrada en el arbusto, con asombro vi un billete de mil pegado en las ramas. Lo tomГ© y vi que estaba quemado y olГa aВ humo.
ВїComo llegГі aquГ? ВїLo lanzГі la explosiГіn? Dudoso, ya que hasta el banco hay cincuenta metros y no hay viento.
BusquГ© con la vista, y vi, no muy lejos en la tierra, otro billete de esos. CaminГ© un poco mГЎs y me petrifiquГ©. Bajo los arbustos estaba escondida una silueta oscura. Mi corazГіn me palpitГі fuertemente y me quedГ© sin respiraciГіn. AВ tres pasos de mГ yacГa un tipo. No era un borracho, ni estaba muerto. Eso lo comprendГ de inmediato porque la persona que yacГa tensa, me miraba con atenciГіn y con simpatГa. Hicimos contacto visual. Ambos callamos.
Este es uno de los ladrones, pensГ© con temor. No pudo escaparse antes de que llegara la policГa y decidiГі esconderse aquГ. ВїQuГ© hago?
– Yury, que estás haciendo por allá? – Gromov me llamó.
No me movГ, pensando que el ladrГіn podrГa estar armado. Un brusco movimiento y ese me puede tomar de rehГ©n. Estaba atrapado, no me atrevГa aВ moverme: adelante estaba la construcciГіn, detrГЎs, la entrada entre los arbustos. El delincuente no me permitirГa retroceder ya que podГa exponerse.
El inquieto Gromov adivinГі para que ya habГa ido aВ los arbustos y aВ Г©l tambiГ©n le dieron ganas, entonces gritГі:
– Te voy a acompañar. —
El ladrГіn se moviГі. ВїIrГЎ aВ sacar el arma? Mis piernas casi se doblan, no me podГa mover. Ahorita monta el percutor…
Pero, en lugar del sonido mecГЎnico, escuchГ© un suave susurro:
– Yury Andreevich. Está lista. —
Un frГo me recorriГі la espalda. El orden de las palabras y la entonaciГіn eran perfectamente conocidas por mГ. La alarma se cambiГі por recuerdos. Diez aГ±os atrГЎs yo enseГ±aba programaciГіn en la Casa de la Juventud para la creaciГіn cientГfico-tГ©cnica. Los alumnos que terminaban la tarea primero se dirigГan aВ mГ con la expresiГіn В«estГЎ listaВ». Ellos se movГan en su asiento y empezaban aВ explicar su Г©xito.
– Yury Andreevich. Está lista, – repitió el ladrón.
Me inclinГ© para verle mejor los ojos al personaje acurrucado y lo recordГ©. Tras los arbustos se escondГa uno de mis mejores alumnos. No recuerdo su apellido, pero la confianza en si mismo y su mirada atrevida se me grabaron en la memoria. El muchacho agarraba la teorГa en vuelo, proponГa soluciones originales, pero tenГa problemas con la asistencia aВ clases.
Los pasos de mi hermano estaban cerca, ya estaba sobre la grama, acercГЎndose aВ los arbustos. Ahora puedo no preocuparme por un ataque del ladrГіn, la policГa estГЎ aВ dos pasos. Yo dudГ©. Una palabra mГa y en mi ayuda, vendrГan, ademГЎs de mi hermano, los policГas armados que estГЎn en el banco. El delincuente no podrГЎ escaparse. SerГЎ curioso saber hasta donde llegГі el talentoso muchacho. Ahora no me parece peligroso, sino indefenso.
Una palabra mГa… AhГ estГЎn sus ojos suplicantes.
ApretujГ© los billetes quemados en la mano y los metГ en mi bolsillo. Inesperadamente, para mГ, salГ de los arbustos y obstaculicГ© el camino aВ mi hermano.
– Yo puedo revisar como apagan las cámaras. —
– Ve a verlas, yo ya voy. —
– No entres ahГ, hay sucio de perros, – detuve aВ mi hermano, y restreguГ©, contra la grama, la suela de mis zapatos.
– En todas partes hay mierda. Bueno, vámonos a la división. – Gromov miró por encima de los arbustos, dudó un poco y agarró el celular. – Los ladrones pudieron escaparse por la construcción. Buscaremos a los perros olfateadores.
– Es una pérdida de tiempo. Mira la tierra está húmeda y ninguna huella.
– Es verdad. Tú eres inteligente, y los ladrones son retrasados mentales.
Gromov escupiГі y caminГі rГЎpido hacia el banco, lo alcancГ©. Me molestГі la observaciГіn de mi hermano sobre las cualidades mentales de mi antiguo alumno.
– Por qué retrasados mentales? No cualquiera puede bloquear esas cámaras, – le pregunté.
– Exageraron con el gas, inyectaron mГЎs de lo necesario. Todos los billetes estГЎn quemados, tratan de utilizarlos y ahГ los agarramos. No me extraГ±arГa que hubieran salido heridos tambiГ©n y se dirijan aВ un primeros auxilios. —
En las manos del capitГЎn sonГі el celular. Era Petujov. Yo puse atenciГіn para oГr al teniente:
– Encontramos la furgoneta blanca. Es una camioneta de servicio mecánico en las carreteras. En ella están dos hermanos gemelos de apellido Noskov, uno gordo y el otro flaco. —
– Petujov, estás escuchando lo que estás diciendo? Los morochos tienen que parecerse. —
– Pero estos son morochos y diferentes. —
– Los registraste? —
– No tienen dinero y, equipos gasГferos, tampoco. Solo parecen un par de pendejos. —
– Que dicen de que los vieron? —
– Pasaban por aquà y oyeron la explosión, se detuvieron un momento, pero entonces, decidieron irse. Vieron a un tipo en sudadera con capucha que iba corriendo. —
– Hacia dónde? ¿Hacia la construcción? —
– No, en sentido opuesto. Al llegar a las casas dobló a la derecha. —
– HabГa que empezar por ahГ. ВїDescripciГіn? —
– Contextura media, jeans oscuros, morral en la espalda. —
– Ya es algo. Escribe el reporte, yo organizarГ© la investigaciГіn. DespuГ©s vas aВ revisar las enfermerГas, el ladrГіn pudo haber salido herido por la explosiГіn. ВїMe comprendiste? Estamos en contacto. —
Yo observГ©, con asombro y orgullo oculto como, despuГ©s de las Гіrdenes de Gromov, los policГas salieron corriendo en direcciГіn opuesta aВ donde se escondГa mi exalumno, el ladrГіn. OВ sea, lo salvГ©. Yo continuaba aВ infringir la ley, la cual yo siempre habГa seguido. La persecuciГіn era inГєtil, yo habГa engaГ±ado aВ la policГa y le di al delincuente la posibilidad de escaparse. ВЎE hice todo eso sin pensar!
7
Profundas reflexiones sobre los complicados golpes del destino me mantuvieron despierto mucho tiempo en la noche. El joven vago consiguiГі escabullirse de una decena de policГas con el dinero robado y por mi cabeza, respetuosa de la ley, pasa un infortunio tras otro. ВїPor quГ© el mundo es tan injusto? Yo no infringГ la ley y Г©l pasa aВ travГ©s de ella. Y, mi hermano, el servidor del orden pГєblico, dispuesto aВ manejar borracho por un beneficio personal. Para Г©l no es tanto atrapar aВ los delincuentes como ascender en la policГa. Cada quien piensa en si mismo, y no le importan ni la sociedad ni las leyes.
Me dormГ al amanecer y cuando despertГ©, decidГ que yo no estaba obligado aВ vivir por las reglas comunes. Mi vida pende de un hilo. Yo estoy condenado aВ muerte, inclusive sin salir de casa. ВїCuГЎnto dinero me queda? No estoy seguro de que llegue hasta el aГ±o que viene, entonces para que andar con cuidado y poco aВ poco. Los sueГ±os normales: el aГ±o que viene me aumentan el sueldo y dentro de tres me ascienden aВ un cargo mejor, lo que traen son lГЎgrimas de rabia y no una alegrГa oculta. ВїPara que planificar un futuro lejano si en cualquier momento puede caer la cortina negra? Bang! Ahora me ven, ahora no me ven. Terrible. Por eso, ahora, yo puedo arriesgarme, lo peor ya me sucediГі.
Reconociendo mi triste situaciГіn, lleguГ© aВ la conclusiГіn de que yo debo actuar de otra manera.
Lo primero que hice fue hurgar entre las cajas de la mudanza reciГ©n desempacadas para buscar los CD computacionales. Todos esos disquitos tenГan sus etiquetas con su nombre que ya habГa olvidado para que servГa. Mientras desayunaba, yo iba colocando cada disco en el laptop para comprobar el contenido.
Katya se atareaba, alrededor de la estufa, con paquetes y envases. De repente todo quedГі en silencio, sus brazos cayeron y mirando hacia el frente, desconcertada, dijo:
– Ella no puede comer nada, nada. Yulia… – Impotente, Katya cayó en la silla y se puso a llorar.
MirГ© la bolsa con los productos que se iban aВ llevar al hospital y sugerГ:
– Quizás pueda beber jugo por el tubito. —
– No, ni siquiera jugo, – con aflicción, Katya lloró, agarrándose y sacudiendo la cabeza.
– Tranquila, piensa en el bebé. —
– Para ti es fácil dar consejos. —
– Yo también me preocupo. —
– ¡Si, ya veo! No te separas de la computadora, – inesperadamente, ella estaba iracunda. – Que te distrae? Y al trabajo vas a llegar tarde. —
– Voy contigo al hospital. —
– Puedo ir sola. Mejor vete al trabajo. Ayer llegaste tarde, hoy también. Te pueden botar. —
BajГ© la vista, me tomГ© el tГ© y salГ de ahГ, rГЎpido. El reconocimiento honesto de mi despido ya me estaba alcanzando. En algГєn momento se lo dirГ©, pero no hoy. Primero tengo que intentar realizar mi nueva idea. ColoquГ© el laptop en el maletГn, tambiГ©n los CD y llamГ© al taxi.
En vez de al trabajo, fui al lugar donde el dГa anterior habГan robado el cajero automГЎtico. Me acerquГ© al В«McDonaldМЃsВ» cercano. AhГ podrГa conectarme aВ internet y estar horas sentado, si querГa. En uno de los discos encontrГ© lo que estaba buscando, la base de datos de mis exalumnos de la Casa de la Juventud. AdemГЎs del apellido, en el disco estaban sus direcciones electrГіnicas, telГ©fonos, fotografГas y la lista de sus tareas hechas. En particular, la misma base de datos era un ejemplo de un trabajo exitoso hecho por los alumnos.
En una de las fotografГas vi los mismos ojos negros del dГa anterior y enseguida lo reconocГ: Fedor Volkov. Entonces tenГa quince aГ±os, ahora tiene veinticinco y, en la mirada, la misma ambiciГіn juvenil y la auto convicciГіn vulnerable.
ColoquГ© sobre la mesa el billete, medio quemado, de mil rublos que habГa hallado en los arbustos, lo fotografiГ© y enviГ© la imagen aВ la direcciГіn electrГіnica de Volkov. Claro que el muchacho podГa no haber utilizado ese correo hacГa tiempo, pero el encuentro con el exprofesor lo harГa recordar.
Y efectivamente, la respuesta llegГі rГЎpido.
В«Gracias. Me salvГіВ»
В«Tenemos que vernos. Te esperoВ», respondГВ yo.
В«Donde estГЎ usted?В»
В«AdivinaВ».
Esto era una prueba para la perspicacia general y el nivelВ de
comprensiГіn computacional. En la fotografГa del billete caГa un borde de la bandeja del В«McDonald’sВ» y por la direcciГіn IP se podГa saber en cual zona estaba.
No pasГі una hora para que, aВ la mesa donde yo estaba, se sentara Fedor Volkov. Uno aВ otro nos estudiamos con atenciГіn. Fedor estaba cauteloso, su visiГіn perifГ©rica trabajaba mГЎs de lo usual y sus manos las mantenГa en los bolsillos de la chaqueta contra viento.
– Un poco ruidoso aquГ, ah? – observГі.
Le advertГ:
– Con el rabo del oГdo escuchГ© que la policГa busca aВ un tipo en chaqueta gris contra viento. —
Volkov se quitГі la chaqueta y se sentГі sobre ella. Se quedГі en franela. En su muГ±eca derecha tenГa un tatuaje colorido.
В«Quien se puya para divertirse, tiene VIHВ», pensГ© con tristeza. No me sorprenderГa que se fume su hierba y sea indiscriminado con las chicas. Si alguien preguntara: ВїquiГ©n de los dos tiene el virus?, todos apuntarГan al chamo. Pero, desgraciadamente, una vida familiar juiciosa no es garantГa contra una insidiosa enfermedad.
La mirada desconfiada de mi exalumno se suavizГі un poco.
– Yo estoy muy agradecido con usted, Yury Andreevich. —
– Llámame Doctor. —
– Ah, ¿tenemos un plan? Entonces yo soy Zorro. —
– Pero tu apellido hace pensar otra cosa[3 - – El apellido Volkov viene de la palabra Volk, que significa lobo, en ruso.]. —
– Usted tampoco se parece a un doctor. —
Ambos sonreГmos. Era mi primera sonrisa desde el momento de la llamada nocturna desde el hospital.
– Bueno, Zorro, cuéntame ¿Qué hiciste después de la escuela? – le pregunté.
– Usted, por casualidad, Вїno trabaja para la policГa? El tipo de uniforme lo llamaba por su nombre. —
– Es mi hermano. El es policГa. —
– Hermano? – Zorro se levantó. – Yo, como que me voy.
– Siéntate! – Lo detuve. – Entiende esto: a él yo no lo voy a ayudar. Ahora, yo solo trabajo para mà mismo. —
Zorro digiriГі rГЎpidamente lo escuchado, se relajГі y me tendiГі la mano:
– Colegas. – DespuГ©s del apretГіn de mano, volteГі su cabeza hacia el mostrador: – Ya que estamos aquГ, voy aВ comer algo. —
Me acerquГ© aВ Г©l y le advertГ:
– Pero que no se te ocurra pagar con los billetes quemados. – los ojos de Zorro mostraron sorpresa. Le expliqué: – Todos los puntos comerciales están alertados. —
Zorro volviГі aВ la mesa con un cafГ© y una hamburguesa. ComiГі un poco y comenzГі aВ relatar:
– Yo ingresГ© en la universidad tecnolГіgica en la especialidad de seguridad informГЎtica. Hice dos cursos, pero despuГ©s me aburrГ. Para que perder tiempo si el diploma lo puedes comprar. —
– Y lo compraste? —
– La impresiГіn es perfecta, no puedes diferenciarlo de uno verdadero. Pero trabajar… – Zorro hizo una mueca. – Eso, de estar en una oficina desde la maГ±ana hasta la tarde en una oficina, no es para mГ. —
– Y ahora destripas cajeros automáticos? —
– Esa es la última diversión que tengo. —
– Y es provechosa? —
– Depende. Ayer agarrГ© cuatro kilogramos. La explosiГіn fue ruidosa y mientras recogГa el dinero, los ApГіstoles se pintaron. La policГa llegГі rГЎpido y tuve que esconderme ahГ cerca. —
– Los Apóstoles? – Recordé la conversación de Gromov por teléfono: – ¿Los gemelos Noskov en la furgoneta blanca, el flaco y el gordo? —
– Pedro y Pablo. En la escuela se burlaban de ellos, y aВ mГ se me ocurriГі ponerles los ApГіstoles. Desde aquel tiempo somos amigos y me respetan. Ayer ellos arrastraron aВ la policГa tras ellos. —
– Fue pensado as� —
– No, fue casualidad, pero afortunado. —
– Tú eres sortario. – Yo bajé la voz para que no nos escucharan: – Pero cuatro kilos de billetes quemados no te ayudarán. Caerás cuando los saques. —
– Los cambio de nuevo en cajeros. Y gracias otra vez. —
– No resulta. El cajero automático no acepta un billete dañado, el tamaño ya no coincide. —
En los ojos de Zorro apareciГі la sospecha de nuevo:
– ¿Doctor, para que me llamó? ¿No será para hacerme un tratamiento psicológico? —
– Para advertirte. Y proponerte algo. —
– Espero que no sea confesarme. —
– Los Apóstoles realmente trabajan en mecánica? —
– Trabajan en toda vaina. Son buenos en todo. —
– Mi carro no prende. —
– Su especialidad, – aseguró Zorro. – Donde está? —
Me gustГі su disposiciГіn para actuar inmediatamente. Le indiquГ© la direcciГіn del В«JupiterbankВ», donde se habГa quedado el В«PeugeotВ» y le entreguГ© las llaves.
Zorro seВ rio:
– Las llaves no son necesarias. Déjeme llamarlos para que vayan allá enseguida. Los llamó, les explicó todo y me preguntó: – Le traen el auto para acá? —
– No serГa malo, – asentГ. – EstГЎs seguro de su experticia? —
– Son los ApГіstoles, – dijo Zorro, con ironГa. – CuГ©ntelo como nuestro agradecimiento, por lo de ayer. —
– Gracias, pero no era de eso de lo que yo querГa hablar. – MirГ© hacia los lados como un conspirador y le hice la pregunta importante: – Como haces para bloquear las cГЎmaras de video? —
– Que pasГі? ВїLa policГa todavГa no lo descubre? —
– TodavГa estГЎn tratando de adivinar. —
Zorro se envaneciГі:
– Ese es un aparato que yo idee, yo lo llamo «blockout». Lo pongo a un metro de la cámara o del cable y desaparecen las imágenes. —
RecordГ© que Volkov, todavГa jovencito, reparaba, fГЎcilmente, cualquier computadora oВ juego electrГіnico. AВ Г©l venГan, incluso profesores, hasta que el muchacho empezГі aВ cobrar por las reparaciones. PodГa hacer maravillas.
Me interesГі como trabajaba el aparato:
– Obstruyes la señal de video? —
– Ese es el nivel primitivo. Intercepto la seГ±al y puedo poner ahГ lo que yo quiera, hasta pornografГa. —
– Me imagino la reacciГіn de los vigilantes. PodrГas hacerte famoso. —
– Por ahora déjeme bloquear las imágenes, como un tonto inútil. —
– Eso es inteligente, – asentà yo y reflexioné.
Zorro es inteligente, calculador, arrogante, pero actГєa torpemente. Demasiado ruido para un resultado mГnimo. Para el delito elegante le faltan conocimientos especiales acerca del funcionamiento de los cajeros automГЎticos. Y yo soy el especialista en ese asunto.
– Zorro, quiero comprobar tu «blockout» en vivo. —
Volkov, de la sospecha, frunciГі el ceГ±o:
– ¿Que pasa Doctor? ¿Qué tiene en mente? —
– Una conexión real a un cajero automático concreto. —
– Ja! ¿Y después qué? —
– TГє me ayudas aВ restablecer la realidad. Yo me llevo lo mГo. —
– Del cajero? – Zorro se rio. – Y como piensa usted abrirlo? —
– Ese no es problema. Pero esta vez, en lugar de bloquear la imagen, hay que poner una fotografГa. —
– Doctor, estoy confundido. Me huele a servir de carnada. —
– Tu parte es bloquear la cámara. Del resto me encargo yo. —
Zorro se reclinГі en su silla, de nuevo mirГі aВ su exprofesor considerando si debГa confiar enВ Г©l.
– Y cuando tiene la intención de hacer eso? – le preguntó.
– Tenemos tiempo mientras los Apóstoles me arreglan el carro. —
– Ahorita? – se extrañó Zorro.
– Desde hace un tiempito me estoy apurando para vivir, – me sinceré.
– El cobarde inventó los frenos, ¿es as� – Zorro guiñó un ojo. – Nunca hubiera pensado que usted… —
– Quiere decir que estás de acuerdo? —
Volkov levantГі las cejas y empezГі aВ razonar:
– El blockout lo tengo en el carro, pero se debe encontrar el cajero apropiado, donde se pueda montar sin problemas. —
– Ya te resuelvo eso. —
En el laptop abrГ, en la pГЎgina del В«JupiterbankВ», la ventana de las direcciones de los cajeros automГЎticos. Tuve que exprimirme la memoria para recordar la sucesiГіn de la carga de efectivo en ellos: ВїcuГЎles son los cajeros automГЎticos que llenanВ hoy?
Yo escogГ uno de ellos y volteГ© el laptop hacia Volkov:
– Mira este. Allá podemos llegar en quince minutos. —
– Usted cree eso? – dudó Volkov.
– Créeme, allá hay dinero para agarrar. —
Zorro me mirГі aВ los ojos, vio mi resoluciГіn y aprobГі con la cabeza:
– Voy a tomar un café para llevar, en el camino resolvemos los detalles.
El carro de Zorro era un В«SubaruВ» con volante aВ la derecha, con los guardafangos arrugados y las puertas raspadas. Con escepticismo ponderГ© el feo aspecto del auto:
– ¿Y para que tienes tus amigos mecánicos? —
– La direcciГіn y el motor estГЎn bien, tambiГ©n sus cuatro cauchos y la aceleraciГіn, pero la carrocerГa… – Zorro se cortГі un poco, – Pero no me preocupo si tengo que irme rГЎpido. Tome asiento. —
El cajero automГЎtico que yo habГa escogido estaba aВ la entrada de una mueblerГa. Adentro, prГЎcticamente, no habГa clientes. Cuando iba pasando, Zorro pegГі aВ la pared una cajita roja, parecida aВ las que tienen el botГіn de alarma de incendio, y entrГі aВ la tienda. DecidГ no abrir el cajero enseguida y lo alcancГ© en el interior.
– Me dijiste que el aparato no se veГa, – le susurrГ© inquieto.
– Para esconder algo mejor lo pones a la vista. – Con cara de aburrido, Zorro iba mirando los sillones.
Tuve que estar de acuerdo con Г©l. Sin embargo, el color rojo de la cajita, simbolizaba para mГ el infierno que tenГa que atravesar. DetrГЎs de Г©l hay otra vida, extrema y riesgosa.
– ¿Ya está funcionando el blockout? – me puse nervioso.
– Le tiemblan las rodillas? Podemos volver al carro. —
– No…, pero… Hay dos cГЎmaras: una en el techo y otra directamente en el cajero que graba la cara del que estГЎ ahГ. Quiero estar seguro… —
– En lugar de a usted, Doctor, están viendo otra cara. Como usted lo pidió. —
RecordГ© la foto que habГa escogido en internet y me tranquilicГ©. Al fin y al cabo, no tenГa nada que perder. La enfermedad me liberГі de muchos convencionalismos. Ahora puedo hacer lo que considere necesario, vivir duro, sin esperar la vejez. ВЎVamos!
VolvГ al cajero automГЎtico y puse la tarjeta de acceso, la cual tomГ© por casualidad de la oficina y puse la clave. En la pantalla apareciГі el menГє. Perfecto, no han bloqueado la tarjeta. EscogГ la operaciГіn: Carga de efectivo. SonГі el gancho de apertura…, yo hale la pesada puerta y el cajero se abriГі. Adentro habГa pacas de billetes de mil y cincoВ mil.
Por lo menos habГa millГіn y medio de rublos y procedГ aВ sacarlos.
8
La mayorГa de los empleados subordinados prefieren no caer bajo la mirada del jefe, pero Oleg Golikov era de la opiniГіn contraria. Г‰l estaba convencido de que para recibir un ascenso debГa ser visto por las instancias superiores. TodavГa mejor, debГa ser Гєtil al jefe no solo en el trabajo, sino en la vida diaria, ВЎjalar mecate pues! Una vez, Oleg habГa ayudado, calculadoramente, al chofer de Radkevich, aВ configurar el nuevo telГ©fono inteligente, aВ conectarse ГЎ internet, y enseГ±arlo aВ utilizar las nuevas aplicaciones. El chofer le contГі eso al jefe. Y resultГі: cada vez que aparecГa un problema tГ©cnico, llamaban aВ Golikov. Las novedades tecnolГіgicas se vuelven ayudantes irremplazables cuando hay una persona que las domina.
Una semana atrГЎs Oleg habГa sido testigo de una conversaciГіn curiosa. Г‰l habГa configurado la conexiГіn entre todos los aparatos electrГіnicos de Radkevich y esa vez, aВ la oficina del banquero entrГі una muchacha elegante con apariencia de modelo.
– Estoy que ardo, me sacaron de la portada, – ella dijo, con indignaciГіn. – Van aВ poner aВ otra muchacha. Me lo habГan prometido y en el Гєltimo momento me sacaron. ВЎCabrones! —
– Oksana, no te preocupes por esas tonterГas, – Radkevich se adelantГі para abrazar aВ la muchacha.
Ella despreciГі el abrazo:
– Para ti es una tonterГa, pero para mГ, es la cima de mi carrera. Calcula tГє, yo le contГ© aВ todas mis amigas y alguna perra me… —
– Discretamente, Golikov salió de la oficina, pero a través de la puerta semiabierta oyó la esencia de la pelea. A Oksana Broshina, quien trabajaba como modelo, le prometieron ponerla en la portada de «Elite Style», la revista de moda, pero a último momento, la cambiaron por otra chica. Oksana trató de utilizar las conexiones de Radkevich para resolver la situación. El banquero llamó a alguien, averiguó, pidió, pero en definitiva le propuso a la chica otra revista. La amante se ofendió y salió, disparada como un cohete de la oficina.
Boris Mikhailovich apareció en la puerta de la oficina, le hizo una seña a Oleg y le dijo:– Hacia dónde fue? Muéstrale la salida. —
Golikov alcanzГі aВ Oksana, la acompaГ±Гі aВ la calle y, casi aВ la fuerza, la sentГі en un cafГ© cercano. Se sentГa inflado con la compaГ±Гa de esa belleza en un lugar pГєblico. Г‰l no ahorrГі en cumplidos, mostrГі comprensiГіn y estuvo de acuerdo en que, la advenediza que destruyГі el sueГ±o de Oksana era una alpargatuda en comparaciГіn con ella.
Oleg comprendiГі enseguida que le habГa caГdo una oportunidad que no debГa desperdiciar. Se ganarГa unos puntos con el jefe, si demostraba que podГa resolver cuestiones delicadas como esa. Y Oksana estaba tan buena, que Г©l tratarГa de servirle aВ cambio de un agradecimiento futuro. Oleg le jurГі que iba aВ pensar en algo para ayudarla si ella, despuГ©s, le mostraba alguna gentileza. Con estas palabras, Г©l la mirГі, lГЎnguidamente, y le apretГі la rodilla bajo la mesa. Oksana no le apartГі la mano. Y asГ, quedaron. Un inspirado Golikov le asegurГі aВ Radkevich que Г©l resolverГa el problema. El banquero se sorprendiГі y, vagamente, dijo: В«Bueno, si lo haces…»
Y Golikov lo pensГі.
Ahora estaba sentado en la oficina del presidente, sintiГ©ndose vencedor. Un problema bancario sirviГі de pretexto formal: alguien habГa vaciado un cajero automГЎtico. Pero la noticia importante Г©l la dirГa al final de la conversaciГіn, ya que las Гєltimas palabras son las que se recuerdan mejor. Ellas son las que dejan la mejor impresiГіn del encuentro.
– Boris Mikhailovich, sucedió un incidente desagradable, – Golikov empezó, suavemente.
– Que pasó? —
– De uno de nuestros cajeros desapareció un dinero. Como casualmente, abrieron el que se llenó hoy de efectivo. —
– Los muérganos los siguieron. ¿Cuánto se llevaron? —
– Ahà viene lo extraño. En el cajero faltan 393300 rublos. – Golikov puso le hoja de papel con la cuenta sobre la mesa. – El resto del dinero no fue tocado, y eso es cerca de un millón. —
Radkevich, dudoso, agarrГі el papel con las cifras.
– No hay errores aqu� ¿Como se pueden llevar esa suma? Los billetes más pequeños son de quinientos rublos. —
– Es correcto. El ladrón dejó un vuelto. —
– Como? – Radkevich tirГі el papel. – Me quieres decir que un tarado abriГі el cajero, tomГі menos de la mitad de lo que habГa y ademГЎs Вїdejo vuelto? —
– No es tan tarado el tipo, – negó con la cabeza Golikov. – Además no hay señales de violencia. Y lo más extraño… —
– Que más? —
– Nosotros revisamos la cinta de video. No hay daГ±o en los cables, ni en la cГЎmara, pero en vez de la imagen corriente, durante lo sucedido era la foto de un caballo lo que salГa. —
– Como que de un caballo? – Ya el banquero estaba al borde.
– Mire. —
Radkevich tomГі la fotografГa. En su mano tenГa una fotografГa en blanco y negro, parecida aВ las que tenГa en las paredes de su oficina. En ella habГa un potro encabritado, sin brida y sin silla, lanzado aВ la libertad.
Radkevich adoraba los bellos caballos, en la vida real y en las fotografГas, pero esta vez arrugГі el rostro, como si viera algo indecente. Г‰l recordГі la Гєltima conversaciГіn con Yury Grisov. Cuando saliГі, arrancГі uno de los cuadros y tirГі en la mesa una hoja de papel donde habГa escrito el monto de su compensaciГіn. Boris Mikhailovich buscГі en sus papeles la exigencia del empleado despedido. La suma en las dos hojas de papel coincidГan.
El banquero apartГі la explosiГіn de ira y, hasta con respeto, dijo entre dientes:
– Se salió con la suya. Buen punto. – Arrugó los papeles y los lanzó a la papelera. – Como abrieron el cajero? —
– Lo más probable, con una tarjeta de acceso. La falsificaron o la robaron. Hay que investigar a los empleados que pueden tener esa tarjeta… —
– TodavГa no te diste cuenta, quien lo hizo? ВЎTu antiguo jefe! —
– Grisov? – Una chispa de venganza brillГі en los ojos de Golikov. – Llamemos aВ la policГa. —
– Para que sospechen de ti también? —
– A usted, yo nunca… —
– Eso es poco. Tú tienes que estar adelante en el trabajo. Bloquear las tarjetas de acceso, preparar nuevas, cambiar los códigos y claves, lo que se necesita pues, para que no vuelva a suceder. —
– SonГі el celular, que estaba en el escritorio del banquero. Radkevich y Golikov vieron la fotografГa de Oksana en la pantalla. Radkevich no querГa responder, pero lo hizo, haciГ©ndole seГ±as aВ Golikov para que saliera y dijo:
– Te dije, gatita, que yo mismo llamarГa… —
– La advenediza no apareció y me llamaron! – alegre, lo cortó Oksana Broshina. – voy a salir en la portada de «Elite Style»! ¡Gracias, gracias, gracias!
AВ Radkevich le cambiГі el humor:
– Pero claro, yo por ti, siempre… —
– Eres un amor. ¡Te beso, te abrazo y todo lo que quieras! —
– Paso esta noche por allá. – El banquero prometió, seductor.
– Pero no hoy, gatico. Hoy no puedo, me voy a preparar, mañana son las tomas. —
– Entonces… —
– Después, después, yo te llamo. ¡Un beso! —
Radkevich apagГі el celular y, curioso, mirГі aВ Golikov, quien se habГa quedado en la puerta, arriesgГЎndose, porque ya sabГa la noticia que comunicaba Oksana. Esa era la impresiГіn conclusiva con la cual Golikov contaba. Г‰l no habГa tenido tiempo de comunicar, Г©l mismo, la agradable noticia. Ahora, su mirada era expresiva: В«Yo lo prometГ, modestamente cumplГВ».
– EspГ©rate. – Radkevich llamГі aВ Oleg con el dedo Гndice y, bajando la voz, le preguntГі: – Lo conseguiste. ВїComo? Yo escuchГ© que la otra chica habГa desaparecido. —
– Lo importante es el resultado, ¿no? – arrogante, miró al jefe a los ojos.
Se miraron uno aВ otro, como si quisieran leerse los pensamientos. Entonces Radkevich levantГі la bocina del telГ©fono de servicio y llamГі aВ la oficina de personal:
– Cambien el aviso de búsqueda de un director del departamento de seguridad informática por uno de ingeniero especialista. Ya el director lo tenemos, es Oleg Golikov. Preparen la orden para su nombramiento y me la traen para firmarla.
Radkevich miró, interrogadoramente, al subordinado: – Es justo? – Este asintió en silencio y se retiró.
Cuando volviГі aВ su puesto de trabajo, Oleg, inspirado por su victoria, marcГі el telГ©fono de Oksana Broshina.
– Hola, bella. ВїMi parte la cumplГ, cuando nos vemos? —
– Que apuradito. – juguetona, respondió la modelo.
– TГє tampoco querГas esperar al prГіximo nГєmero de la revista. —
– Ok. Nos vemos después de que yo me vea en la portada. —
9
Mi corazГіn se me salГa del pecho. No debГa correr, levantarГa sospechas. Pero me apurГ© para llegar al carro de Zorro, colocado, inteligentemente, un poco lejos del cajero automГЎtico. Vaciar el cajero no resultГі tan difГcil. Lo importante era dominar los nervios, lo demГЎs era asunto de tГ©cnica. TГ©cnica moderna, en el sentido literal de la palabra. El В«blockoutВ» y la tarjeta de acceso con los cГіdigos hicieron su trabajo.
Zorro y yo llegamos al В«SubaruВ», simultГЎneamente, desde lados diferentes. Fedor se sentГі frente al volante y puso la cajita roja en sus rodillas. Yo me sentГ© al lado.
– Hay algo que no entiendo Doctor, Вїhoy es su dГa de actividad benГ©fica? – Fedor me juzgaba, moviendo los ojos. – Pudo haber tomadoВ mГЎs!
– Yo agarré lo que me pertenece. —
– Ahà quedó un millón! —
– VГЎmonos de aquГ. —
Zorro soltГі una palabrota, acelerГі y condujo callado algunos minutos. DespuГ©s, de mala manera, preguntГі:
– Ahora, ¿para dónde? —
– Detente, ya nos alejamos suficiente. – Yo conté la mitad del dinero y se la extendà a Zorro. – Esta es tu parte. —
– Gracias, benefactor. – Zorro puso el dinero en su bolsillo y guardó el blockout en la guantera. – Y el caballo en la foto? ¿Es su firma? ¿O es un amuleto? —
– Es un regalo para un conocedor de caballos. Espero que le haya gustado. —
– No se rajó usted? —
– No te decepcionaré. —
– Entonces vamos al próximo cajero, mientras no hayan bloqueado la tarjeta de acceso, – propuso Zorro.
– Por ahora es suficiente. —
– Y yo pensГ© que ahora Г©ramos compaГ±eros y decidirГamos en conjunto. —
– Estás pensando en la dirección correcta. ¿Estás preparado para gastar el dinero ganado en una sociedad? —
– Que sociedad del carajo? —
– Para comenzar, hay que alquilar un sГіtano con dos salidas. Comprar una mГЎquina tipogrГЎfica para imprimir tarjetas de presentaciГіn y otras tarjetas. La lista te la envГo ahorita por el correo. —
Un archivo que habГa preparado en la maГ±ana en В«McDonaldМЃsВ» se lo enviГ© desde mi telГ©fono. Zorro lo abriГі en su telГ©fono inteligente, comenzГі aВ leer y sin esconder su escepticismo:
– Computadora, impresora láser, papel, tintas… Usted se volvió loco Doctor. ¿Usted quiere gastar lo obtenido en imprimir tarjetas? —
– Y por quГ© no? – Hice una pausa y expliquГ©: – Si son tarjetas especiales referidas aВ sГmbolos de dinero. —
Zorro se apartГі:
– Imprimir falsificaciones y metérselas a las viejitas en los mercados? En todos los negocios revisan los billetes. —
– Tienes razón. En los billetes actuales hay cerca de veinte marcas de protección. – Yo se lo demostré, volteando y doblando un billete de cinco mil rublos. – Lo más complicado es el papel especial. Cualquiera se da cuenta al tacto: es denso, crujiente, los dedos sienten el relieve. Ese papel lo hacen con algodón puro. Y hay marcas de agua, microimpresiones, banda magnética, tinta especial, que cambia de color con cambios de ángulos de visión. —
– No necesito esas lecciones, se sobreentiende que no haces un carajo con tratar de falsificarlos. —
– Hacerlos exactamente no se puede, – estuve de acuerdo.
– A eso me refiero. Sacamos uno o dos papeles y nos agarran. —
– No me escuchaste bien. Las marcas de protección son muchas, pero el cajero automático solo comprueba cuatro o cinco de ellas y los terminales de pago, menos. Y yo, por cierto, se cuáles. —
– Está bien, pero cinco marcas de protección no son pocas, de todas maneras. Y con nuestra imprenta, – Zorro frunció el ceño y mostró la lista de objetos en la pantalla de su teléfono. – sacamos un cuadrito bonito? —
– Otra vez no escuchaste. —
– TransmГtalo, pues. —
– Tú tienes billetes verdaderos parcialmente quemados. Con marcas de protección que podemos utilizar. – Yo hablaba pausadamente para darle a mi interlocutor la posibilidad de comprender mi idea. – De cada uno se pueden hacer diez. Para el cajero automático basta una parte de la banda magnética. ¿Entiendes? —
– De un billete se pueden hacer cuantos? – Zorro comenzaba a agarrar la idea.
– Papel especial y tinta especial no se necesitan. Vamos a utilizar fragmentos de los billetes verdaderos. —
– La idea es interesante. Estoy listo para intentarlo. Solo que la ganancia de hoy no es suficiente para la compra del aparataje. —
– Hay que añadir unos rublos. Vamos. —
Le mostrГ© el camino y le pedГ que se detuviera frente aВ una agencia grande del В«SberbankВ».
– Este es el lugar? – Los ojos de Zorro estudiaron la situación. – Hay mucha gente, no se puede bloquear la cámara. Mejor nos vamos. —
– Vamos aВ comprobarlo. EspГ©rate aquГ. – SalГ del carro.
– Y el blockout? – preocupado, gritó Zorro, pero yo no le puse atención y me dirigà al banco.
Yo estaba seguro de que, el prГіximo cuarto de hora, Fedor Volkov estarГa sentado como sobre alfileres y pensando: В«En que me metГ? ВїNo serГa mejor irme?В» Seguramente se le vendrГan ideas como que, yo me arrepentГ, que me sentirГa intocable y que yo lo traicionarГa. Cuando salГ del banco vi el destartalado В«SubaruВ» en el mismo sitio, entonces me sentГ agradecido aВ Fedor. Los nervios del tipo son fuertes, se puede trabajar conВ Г©l.
Zorro, incrГ©dulo, mirГі mi rostro de hielo. EntrГ© al carro y le extendГ una paca de billetes:
– La cantidad que falta.
– Que? – Se le salГan los ojos.
– Tengo una cuenta ahГ. SaquГ© mi plata. —
– Pudo habérmelo dicho. – gruñó mi compañero. Zorro abrió la puerta y recogió el blockout que estaba delante de la rueda. – Ya lo iba a aplastar, por si acaso. —
Su cuidado y precauciГіn tambiГ©n me gustaron. Esas son cualidades necesarias para mis planes. Entonces fui aВ lo concreto, como si lo hubiera pensado bien y decidido hace tiempo:
– Empezamos un negocio juntos. ¿Las ganancias?: cincuenta-cincuenta. Nuestro capital inicial se forma del dinero en efectivo y la propiedad intelectual. Yo pongo este dinero y tú, los billetes quemados. Yo, mis conocimientos sobre la parte técnica de los cajeros y los billetes. Tú, tu blockout. Y lo más importante. Nuestro negocio es secreto, por lo tanto, ningún contrato y nada de habladeras. – De acuerdo? —
– Un pacto de caballeros? Ok. —
Nos dimos las manos. Le entreguГ© el dinero. El sopesГі el paquete y preguntГі:
– Cuando empezamos? —
– Ya lo escuchaste, estoy apurado por vivir. Busca el sótano y compra los aparatos. Empieza ahora mismo. —
– Yo pensГ© que hoy celebrarГamos nuestro acuerdo. —
Lo mirГ© de tal manera, que Г©l levantГі las manos en seГ±al de sumisiГіn, pero desconcertado por mi impaciencia.
– Yury Andreevich, que estaba haciendo usted hasta ahora? —
– Nadaba con la corriente, hasta que caà en el torbellino de agua. Ahora decidà montarme en la lancha rápida para ir adonde me de la gana. —
– Chévere. —
– Y, no se te olvide, Fedor, a partir de ahora, yo soy el Doctor y tú, Zorro. —
No pudo responder enseguida porque repicГі su telГ©fono. EscuchГі, asintiГі y pegГЎndose el celular en el pecho, se dirigiГі aВ mГ:
– Arreglaron su «Peugeot» y lo llevaron a McDonald́s. Quiere agradecer, personalmente, a los Apóstoles? —
– No es conveniente que me vean. Dales las gracias y que se vayan. —
– El agradecimiento, de parte de quien? —
– Del Doctor. —
Ya me estaba acostumbrando al apodo.
10
TomГ© el tenedor, mi mano quedГі suspendida un momento sobre el cuenco con la ensalada. Normalmente, Katya y yo comemos la ensalada del plato comГєn, pero decidГ no hacerlo mГЎs. Claro que yo leГ el folleto sobre el vivir con VIH, donde afirman que el virus no se transmite por la comida, pero eso es en teorГa. Se trata de la persona mГЎs cercana aВ mГ, la mujer amada, la que lleva aВ mi hijo en su vientre. Ya nos habГan dicho cual era el sexo del bebГ© y yo me culpaba solo por una cosa, que no habГamos pensado en aumentar la familia los diez aГ±os anteriores. Si yo contagio aВ Katya, no lo quiera dios, entonces al future bebГ© lo espera la misma suerte. No, lo que sea, pero noВ eso.
Yo acerquГ© la ensalada aВ mi plato. Si ella me preguntaba sobre eso, le dirГa que me habГa resfriado y que no querГa contagiarla. Pero Katya no estaba pendiente de esos escrГєpulos. Ella terminГі de comer rapidamente y siguiГі, atareada, golpeando la tableta con las puntas de los dedos, buscando algo en internet.
– Es poco, – dijo, apartó la tableta y llevó los platos sucios al fregadero.
EmpezГі aВ correr el agua y aВ oГrse el roce de la esponja dura sobre los platos. Yo le echГ© un vistazo aВ la pantalla de la tableta y vi ahГ la calculadora.
– Que estás calculando? – Sentà curiosidad.
Katya respondiГі de buen ГЎnimo. Se sentГa que estaba, particularmente, interesada enВ eso.
– En la cuenta tenemos ahorrado para la remodelación del ático. —
– Por ahora no remodelaremos, – cortГ©, apartando la vista. Ella todavГa no sabe que la cuenta estГЎ vacГa. Si le digo en que estoy planificando gastar el dinero, entrarГЎ en pГЎnico.
– Yulia debe ir aВ tratarse aВ Alemania. En la cuenta no hay dinero suficiente, pero si vendemos el В«Volvo»… Yo vi los datos del carro, estГЎ nuevo, tiene pocos kilГіmetros, podrГamos ganar… —
– De que estГЎs hablando? El auto estГЎ en garantГa, el banco se quedarГa con todo el dinero. —
Hizo una mueca de desconcierto, despuГ©s me propuso:
– Y si engañamos al banco? —
Katya cerrГі la llave del agua y volviГі aВ la mesa. TenГa puesto un mono deportivo que ya era muy viejo. PodrГa comprarse ropa especial para embarazadas. Me daba vergГјenza que ella economizara en ropa por nuestras deudas. TomГ© su mano.
– No podemos engañar al banco. Tenemos que tener su aprobación para vender el carro. —
– Y la casa? —
– MГЎs aГєn. En la declaraciГіn de propiedad hay unos gravГЎmenes incluГdos. Nosotros soГ±amos con esta casa. —
– Trata de llegar a un acuerdo con el banco. —
– Yo no puedo estar pidiendo eternamente. —
Katya me mirГі como si yo me negara aВ la curaciГіn de nuestra hija. Se disgustГі:
– Hay que hacer algo. No me encuentro, me retuerzo pensando como salvar a Yulia y tú… —
– Yo también me estoy rompiendo la cabeza. —
– Pide un adelanto de tu sueldo. OВ un crГ©dito con un perГodo de gracia. Katya cambiГі la ira por la dulzura, me abrazГі desde atrГЎs, pegando su mejilla aВ mi frente. – TГє trabajas en el banco hace mucho tiempo, ahГ te aprecian, explГcales la situaciГіn, te comprenderГЎn. —
– Otro prГ©stamo, – Me sonrojГ© sin saber que decir, – no me van aВ dar. Yo acordГ© con el banco un perГodo de veinte aГ±os. —
– Pero se trata de nuestra hija. Yo puedo ir contigo, les suplicaré. ¿El Radkevich ese, no es un ser humano? —
Me salГ del abrazo femenino y casi dije, como esta personita buenecita me botГі del trabajo sin ningГєn beneficio. En el Гєltimo momento me contuve, bajГ© la cabeza y prometГ:
– Conseguiré el dinero, vas a ver. —
– Cuando? Yulia no puede esperar. —
– Actuaré rápido. —
Mi rostro no reflejaba optimismo y Katya no esperГі para reprocharme:
– ¡Si, lo vas a conseguir! Por ahora solo gastas. Hoy reparaste el «Peugeot». —
– Me lo hicieron unos amigos, de gratis. – respondГ, desafiante.
– Para cobrarte después. —
De repente realicГ© que, aВ partir de hoy, tengo un cГrculo de amigos completamente nuevo, en nada parecidos aВ los colegas anteriores. En esencia me metГ en una aventura riesgosa con personajes que no conozco. No tienen nombre ni apellido, solo apodos: Zorro, ApГіstoles. Y ahora no hay ningГєn Yury Andreevich Grisov, sino un abstracto Doctor.
Para apartar las ideas desagradables, me levantГ© de la mesa y prendГ la tetera:
– Bebamos té. ¿Dónde está mi taza? —
– Agarra cualquiera. —
Yo siempre agarraba la primera que veГa, pero ahora decidГ insistir:
– Los Gromov me trajeron una para Navidad, ¿recuerdas? Me la trajeron de Egipto. —
– En alguna parte está. Después la busco. —
– La quiero ahorita. —
Mi esposa me mirГі como reprochГЎndome: que quisquilloso.
– Yo creo que estГЎ en la caja de regalo todavГa. —
La busquГ©, la encontrГ© y bebГ tГ© ahГ. Ahora voy aВ hacer asГ siempre. Esta es mi taza, no se puede confundir y, ademГЎs, es muy grande para Katya. Me tranquilizГі esa idea.
Antes de acostarme mirГ©, con aprehensiГіn, la sala de baГ±o de nuestra habitaciГіn. TenГamos en comГєn el inodoro, la ducha, el lavamanos y, al menos, tenГamos toallas diferentes. EstirГ© mi mano hacia los cepillos dentales. Tres cepillos parecidos en un vaso, solo se distinguГan por algГєn colorcito. ВЎEso era peligroso! El mГo era azul oscuro, el de ella, azul claro, pero no me podГa confiar. Las encГas sangran aВ veces, y podrГa suceder lo irreparable.
Me echГ© agua frГa en la cara. DebГa poner otro vaso para mi cepillo, pero entonces no podrГa evitar las preguntas. ВЎCuanto habГa cambiado mi vida, ese virus maldito se metГa hasta en los detalles!
Me cepillГ© los dientes y rompГ el cepillo. MaГ±ana voy aВ comprar uno nuevo, pero completamente diferente aВ los que quedan.
Yo tomГ© el laptop con la intenciГіn de acostarme tarde, de tal manera que Katya estuviera dormida. Pero no dormГa, todavГa preocupada. Ella puso su cabeza en mi hombro y me pegГі su hinchado y tibio vientre. Yo la abracГ© y, entre los dos, latГa el corazoncito del futuro bebГ©.
– Yury, seguro vas a conseguir el dinero? – me preguntó con mucha seriedad.
– Claro, – le dije, tratando de que mi voz sonara segura.
– No podemos perder tiempo. —
– Lo haré lo más rápido posible. —
– Para las operaciones de Yulia se necesita mucho dinero. —
– No te preocupes, para la casa, yo hallé el necesario. —
Agradecida, me besГі en la mejilla.
– Si quieres…, si te hace falta… – Katya se volteó, dobló sus piernas y pegó sus nalgas de mi cuerpo. – Pero ten cuidado. —
Yo me separГ©. SentГ terror, pensГ© en las pesadillas que me recorrГan internamente. Virus invisibles y perjudiciales recorren mi organismo y no estoy en condiciones de luchar contra ellos. Soy una bolsa caminante llena de virus. El peligro mГЎs inmediato para mi esposa y mi hijo. Que me joda yo, ya vivГ suficiente, pero el bebГ© que estГЎ por nacer no debe sufrir.
No, desde hoy, nada de sexo. Lo mejor serГa dormir separado o, por lo menos, con diferentes cobijas. Pero tendrГa que decir que estoy infectado. ВїCon cuales palabras? ВїComo explicarle aВ Katya? ВїQuГ© va aВ pensar ella? ВїComo decirle eso en su condiciГіn? Sus nervios ya estГЎn en el lГmite por lo de la hija y si le hablo de la fea enfermedad…
Nooo! Eso la destrozarГa. Mejor esperar. Hay que resolver un problema, al menos. Debo conseguir el dinero para la operaciГіn de Yulia. Y yo harГ© lo que sea para la curaciГіn de mi hija.
– Mejor durmamos. – le dije e, instintivamente, me separé de ella.
11
Yo me acerquГ© aВ la direcciГіn indicada y, sin salir del carro, observГ© los alrededores. Dicen que demasiada precauciГіn te lleva aВ la paranoia, pero esta es la menor de las amenazas que se ciernen sobre mГ. Cuando ya tenГa todo el entorno controlado saquГ© mis conclusiones.
En la planta baja del anexo al conjunto de edificios de apartamentos habГa un supermercado pequeГ±o. AВ estas residencias se podГa acceder desde todos lados. Un poco mГЎs allГЎ en la calle habГa una parada de autobГєs y la entrada aВ una estaciГіn del metro, adonde se dirigГan los habitantes de los edificios cercanos. El tГpico y enorme conjunto residencial estaba dividido, en la mitad, por una carretera ancha. Un lugar de mucha gente, que se apura hacia alguna parte y, donde nadie le pone atenciГіn aВ nadie. Para un pequeГ±o laboratorio es una buena escogencia. Solo tengo que convencer aВ Zorro que no estacione el В«SubaruВ» destartalado cerca del abasto y, que cada vez, lo estacione en un nuevo lugar, para que nadie se acostumbre aВ verlo.
Como fue acordado por telГ©fono, encontrГ© aВ Zorro, dentro del supermercado, en la estanterГa de vinos. Г‰l miraba las botellas sin demasiado interГ©s. Me parГ© aВ su lado como un parroquiano casual.
– Hola, Doctor, – me susurró Zorro, sin mirarme. – Nuestra oficina está bajo nuestros pies, la entrada está detrás del abasto. —
– ¿Trajiste el aparataje, no se te olvidó nada? – le pregunté, secamente.
Zorro, esperando un cumplido, tomГі mis palabras como un reproche. TorciГі el gesto:
– Tengo dos dГas moviГ©ndome de un lado aВ otro, primero busquГ© el lugar, luego, los aparatos. Tuve que comprar muebles, ahГ no habГa ninguno.
– Baja primero. No cierres la puerta, – le ordené y pasé a otro lugar del abasto.
Zorro saliГі. En la cestica echГ© cafГ© instantГЎneo, galletas de avena y azГєcar y me dirigГ aВ la caja. En mi alma cosquilleaba un sentimiento de renovaciГіn agradable: toda la vida yo habГa sido un simple tornillo en una gran estructura, como una cajera que saca facturas. Ahora soy el dueГ±o. El ciudadano utilitario Grisov se convirtiГі en el inflexible Doctor, cuya grisitud quedГі en el pasado, y en el futuro, como dice el dicho: sin mirar atrГЎs. AdemГЎs, con el cambio de nombre hay un cambio de perspectiva, estoy convencido deВ eso.
Sin embargo, la alegrГa se me vino abajo, apenas mirГ© la В«oficinaВ» en el sГіtano.
– Y donde está la salida de emergencia? Ya te lo dije, nosotros no vamos a jugar jueguitos. —
– Esto es lo mejor que encontrГ©. Usted me dio dos dГas para buscarlo. Trate de hacerlo usted, – Zorro se disgustГі.
Parece que estoy forzando la barra. El muchacho trabajГі bien, pero alabarlo es temprano todavГa y no vale la pena pelear por pequeГ±eces.
– Ok. Ya pensaremos en algo. Ahora, – le eché una mirada a las cajas con las cosas: – Tenemos mucho trabajo hoy. —
AВ las tres horas ya habГamos acomodado los estantes y mesas, los aparatos, los materiales y lГquidos quГmicos en el orden necesario. Zorro se secГі el sudor de la frente y, con gusto, se sentГі en el cГіmodo sillГіn. Me lavГ© las manos y recordГ©:
– Olvidaste comprar el dispensador de agua, papel higiénico y servilletas. —
– Eso no estaba en la lista. Lo que… —
– Hace falta algo para la producción de las tarjetas, – corté el disgusto del socio. – Vamos a estar aquà algún tiempo. Corre al supermercado y trae una tetera, yo voy a trabajar. —
– O sea, usted va a trabajar y yo, a hacer diligencias. —
Me di cuenta de que el muchacho es muy susceptible, mejor lo alabo un poco.
– Tu aporte a la empresa es grande: el lugar, los aparatos…, es importante eso. —
TomГ© uno de los billetes de cinco mil quemados y lo empecГ© aВ picar con las tijeras. Viendo que Zorro no salГa, levantГ© la vista y tratГ© de hablar suavemente:
– Nos merecemos un café. Para eso necesitamos una tetera y tazas. —
Zorro se mordiГі los labios y saliГі. Cuando me quedГ© solo, saquГ© las tabletas y me las tomГ© con agua del chorro.
El dГa anterior yo habГa visitado el centro local de SIDA. AllГЎ me incluyeron en la lista para recibir, gratuitamente, el genГ©rico indio. De esas tabletas tenГa que tomarme doce al dГa. De una voz monГіtona, el aburrido mГ©dico infectГіlogo, me advirtiГі sobre los efectos colaterales de las pastillas: nauseas, mareos, baja de la hemoglobina, fiebre. PrometГ someterme aВ esa terapia.
Me sentГ aterrado por la degradante cola de infelices, como yo, que se someterГan aВ otra curaciГіn por el mГ©todo de ensayo y error. Una vez mГЎs me convencГ de que hay mГ©dicos de dios, pero de que tambiГ©n hay mГ©dicos, que ni lo quiera dios. Yo volvГ adonde Guelashvili y le supliquГ© que me ayudara. Afortunadamente David Shotaevich lo hizo. Me explicГі, que existen compuestos efectivos que estГЎn en una sola tableta que se toma por dГa, en vez de doce, pero que son caros.
Otra vez el dinero, ВЎmaldito dinero! ВїLas siete plagas? Una sola respuesta, la tengo. Ahora tengo en mis bolsillos tres cajas de medicinas, que no voy aВ dejar que vea mi esposa. Las repugnantes pastillas me recordaban la enfermedad incurable y me obligaban aВ atender aВ mi propio organismo en busca de sГntomas mortales y que me echaban aВ perder mi estado de ГЎnimo.
– Algo no está bien? – preguntó Zorro, quien acababa de llegar, viendo mi gesto agrio.
– Todo está bien. – Me incliné hacia los instrumentos y le pedà que pusiera a calentar la tetera.
Para el inquieto Zorro, el tiempo en el sГіtano pasaba muy lentamente. Bebimos cafГ©, la tetera se enfriГі y Г©l se aburriГі, viГ©ndome trabajar. No tenГa tiempo de explicarle, yo estaba entusiasmado con la creaciГіn de nueva tecnologГa y, poco aВ poco, me acercaba aВ mi meta. Varios instrumentos estaban conectados aВ la computadora y, de las botellas abiertas, salГa olor aВ substancias quГmicas. PeriГіdicamente se imprimГa una lista de cuadritos. Yo los estudiaba, los corregГa, los pegaba, les aГ±adГa solventes, les pasaba un rodillo caliente y volvГa aВ imprimir.
– Pronto estarГЎ listo? – preguntГі Zorro, pateando una caja vacГa en el suelo.
– Bota la basura, – le sugerГ. – Y no la empieces aВ tirar por todos lados.
Zorro mascullГі algo, pero empezГі aВ recoger las envolturas rotas. Cuando Г©l volviГі, yo tenГa, agarrado con unas pinzas, un pedacito de papel, parecido aВ un billete, y ponderaba el resultado.
– Vaya! ¿Por fin? – Zorro tomó el billete y comenzó a observarlo. Su rostro mostró dudas. – Doctor, usted se equivocó. Hay un error de imprenta. Y leyó en voz alta: – Cinco mil bublos. —
– AsГ lo querГa yo, – le asegurГ© y, estirando mi cuello y los hombres, me recostГ© del espaldar del sillГіn. – Recuerda que no somos unos falsificadores, sino impresores de dinero de juguete: bublos. —
– Y que hacemos con estos envoltorios de caramelos? A kilómetros se ve que son falsos. —
– El celular está a tu nombre? —
– No soy idiota. —
– Entonces ve al cajero automático y haz un depósito. Pero no aquà arriba, agarra el metro y ve a uno alejado. —
– Y usted cree que el cajero no me va a rebotar? – Zorro dudó.
Las largas horas de trabajo en el sГіtano me tenГan cansado y no tenГa ganas de explicar detalles tГ©cnicos. Yo saltГ©, nervioso, tocГЎndome la cabeza con la punta del dedo.
– El cajero automГЎtico no tiene cerebro, yo sГ. AquГ estГЎ la materia gris con sus circunvoluciones que se prepararon para esto durante veinte aГ±os. Si, ahГ tienes una barajita. ВЎAsГ fue pensada! Yo no te estoy engaГ±ando aВ ti, sino al cajero automГЎtico. Ese aparato de hierro blindado no tiene cerebro, sino lucecitas que comprueban algunas marcas. ВЎY esas marcas necesarias yo las puseВ ahГ!
DescansГ© y me sentГ©. DespuГ©s de una pausa, Zorro, tГmidamente, preguntГі:
– Voy? —
– Si, – cansado, asentГ, apenado por la erupciГіn.
Cuando me quedГ© solo, yo me hundГ en dudas. ВїYo controlГ© todo? ВїEstГЎ bien lo que hice, cualitativamente? Si, yo conozco todas las sutilezas de la programaciГіn bancaria. Conozco bien las marcas de seguridad que comprueban los cajeros automГЎticos. Yo hice un papel que tiene todos los elementos de un verdadero billete de banco y el lector del cajero debe tomarlo como dinero normal. Pero un asunto es la teorГa y otro, la prГЎctica. Este es mi primer experimento. ВїComo resultarГЎ?
El socio tardГі mucho. Fue una espera insufrible. Cuando, por fin, la puerta se abriГі y Zorro entrГі, yo no levantГ© la cabeza. No quise adivinar que habГa pasado por la expresiГіn de su cara y el corazГіn lo tenГa envuelto en dudas. EsperГ© las palabras. ВїVenГa un regaГ±o oВ una alabanza? ВїVictoria oВ derrota? ВїYo invertГ correctamente los Гєltimos ahorros de la familia oВ los gastГ© en una loca aventura? Yo soy un cretinoВ o…
– Doctor, ВЎusted es un genio! – Zorro volГі hasta mГ y me palmoteГі el hombro. Se sentГa el aliento alcohГіlico. – La mГЎquina estГєpida se tragГі el papel, como una golosina, y ВЎpum!, me lo anotГі aВ mi cuenta, cinco mil rublos y no bublos. —
Fedor sacГі el celular para mostrar la confirmaciГіn de la operaciГіn. QuitГ© su mano de mi hombro, me levantГ© y me estirГ© cuanto pude. Mi ГЎnimo subiГі un poco. Г‰l me llamГі genio. Otro apodo en mi vida gris. Reconozco que es agradable. Pero nadie debe enterarse de eso. Yo soy el genio gris del mundo subterrГЎneo. RecorrГ con la vista el incГіmodo sГіtano con un piso que no se habГa lavado hacГa tiempo, con paredes gastadas y tenues lГЎmparas colgadas del techo. Ahora este era mi laboratorio. Esta era mi oportunidad de proveer aВ mi familia antes de que yo los abandonara para siempre. Y el lapso para que llegue el final era desconocido para mГ. Es posible que tenga las semanas contadas. Por eso tengo que apurarme.
– ¿Bebiste alcohol? – Sacudà a mi joven socio.
– Claro, tenГa que celebrar. PasГ© por la licorerГa y agarrГ© un tequila. —
Zorro puso sobre la mesa la botella ya abierta y, sin querer, moviГі el monitor y la impresora. Ese descuido con la nueva tecnologГa me molestГі.
– LlГ©vate la botella de aquГ, – lo regaГ±Г©. – En el laboratorio no se beberГЎ alcohol. —
– Yo querГa felicitarlo. Es una cosa…¡fantГЎstica! Hasta el final yo no lo creГa. —
– Nuestro trabajo apenas comienza. – Yo abrà la gaveta donde estaba el paquete de los nuevos billetes impresos. – Aquà hay cien billetes de cinco mil bublos. Quinientos mil. Hay que distribuirlos. —
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notes
Примечания
1
– UEM: Universidad Estatal de Moscú.
2
– Sasha: Es el apodo familiar y cariñoso, en Rusia, para aquellos que se llaman Alexander.
3
– El apellido Volkov viene de la palabra Volk, que significa lobo, en ruso.
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